MEDITEMOS
Este fin de semana he ido a una sesión de meditación. El monitor era Alberto Escobar, un hombre que como él mismo confiesa ha dado muchos tumbos en la vida, y al que se le nota que algo ha aprendido de tanto caerse y levantarse. El grupo que asistimos éramos mujeres de diferentes edades. Las que estábamos allí éramos un reflejo de cómo se evoluciona a lo largo de los años. Cuando ya estás en la madurez, con conseguir un poco de tranquilidad y pensamientos positivos te conformas, has vivido múltiples experiencias que te han ayudado a comprender que en la vida, los pequeños logros de bienestar son lo que importa. Para colmo, la muerte comienza a rondar y ya tienes amigos que se han muerto, así que sabes que estás aquí de prestado como quien dice. Alberto nos dejó de las pruebas científicas que existen de los beneficios de la meditación para el cerebro. Es una persona realista y sabe la importancia de transmitir principios que tengan una mínima base científica. Al principio de la sesión nos preguntó sobre nuestras expectativas, ya digo que las maduritas nos conformamos con poco. Sin embargo, me llamó poderosamente la atención la respuesta de las dos chicas más jóvenes del grupo. Ambas aseguraron ser profesoras de yoga, a pesar de su juventud. Creo que para ser profesor de cualquier materia debes primero dominarla, estas chicas apenas si habrán tenido tiempo de hacer un curso rápido, claro que por lo que dijo una de ellas, el curso fue en la India. De cualquier modo, lo que me impresionó fue que al preguntarles por sus expectativas, una contestó que se salía de su cuerpo al meditar, y la otra que había cambiado radicalmente su vida gracias a la meditación. Como ya os dije mi idea con respecto a la meditación era mucho más humilde, y las experiencias de estas dos jóvenes me hicieron pensar en lo que significa para nosotros los occidentales esta moda de practicar doctrinas orientales. Vaya por delante que yo practico yoga y taichí y me encanta, pero no me engaño con respecto a los frutos que pueda sacar de su práctica. Hace poco en una entrevista con Chantall Maillard, experta en la cultura de la India, ésta explicaba cómo Occidente utiliza todas estas prácticas como excusa para poder seguir con una vida estresante. Así es, ventas corriendo de la clase de yoga a toda prisa para hacer la cena, ayudar a los niños con los deberes y preparar los papeles que tienes que llevar al día siguiente a la oficina. Ni siquiera las personas que se dedican a enseñar estas disciplinas se relajan del todo. Una de las jóvenes que reconocieron ser profesora de yoga, mientras meditaban salieron cuatro o cinco veces a llamar por el móvil, y cuando se encontraban en la recta final le respondieron al monitor si iba a ser puntual, porque las dos tenían que salir pitando. Lo siento, pero no creo que ninguno de los que vivimos en nuestra sociedad levite meditando. Si consigues echar los malos pensamientos, relajar la mente y el cuerpo, y responder ante los agravios sin reaccionar como un loco ya es un triunfo.
ESPAÑA VA BIEN
Pago a una compañía de transportes para que me venga a buscar un paquete y después de 20 días sigo esperando. Voy de rebajas, me venden un jersey con la alarma puesta, cuando suena al salir de la tienda me dicen que no me preocupe; ahora tengo que recorrer 30 km si quiero que me quiten la alarma. Llega final de año, en mi empresa queremos cerrar el ejercicio y me dedico a llamar a los proveedores rogándoles que me envíen las facturas para así poder pagarles. Algunos son grandes empresas para los que 3.000 €, que es la cuantía de la factura, no les suponga gran cosa, pero otros son pequeños comerciantes y para estos sí que debería ser importante cobrar cuanto antes. De esto han pasado dos meses y sigo esperando, las facturas no llegan. Las empresas van mal y tienen que cerrar, no me extraña. España va bien, o va simplemente. No creo que yo viva una realidad diferente al resto de españoles, este es el día a día de todos nosotros, eso sí, tenemos más paciencia que un santo. Con la compañía de transportes mantengo una charla para besugos todos los días, ellos me dicen que han pasado por mi casa y yo les contesto que aquí no ha picado nadie. ¿Por qué trabajamos tan mal? Los funcionarios son los que tienen la fama de no ser precisamente eficientes, pero la empresa privada en España no se queda atrás. Lo curioso es que en mi trabajo algunas de las empresas con las que me relaciono y que peor trabajan son grandes multinacionales que no sólo desarrollan su labor aquí, supongo que tendrán una central en Alemania u otro país de esos que suponemos eficientes. ¿Somos allí el hazmereír? Estamos hablando de dinero. Esta manera negligente de trabajar supone perdida de dinero a la empresa, no creo que se pueda tratar a la ligera. Somos los que más horas trabajamos de entre los europeos. No se trata de pereza, es dejadez, falta de rigor, organizaciones obsoletas, gestión de los recursos ineficiente y sobre todo ¿quién está al frente? Va a ser que los que están trabajando son los necios, eso sí, con una buena recomendación. Lo que observamos entre la clase política, por desgracia, también pasa en la empresa privada. Tenemos a los capaces e inteligentes en el paro y trabajando, incluso en puestos de gestión, a cualquier mindungui con un conocido. Algo falla, es evidente. Una conocida que tiene una pequeña empresa dejó que una amiga le llevase las cuentas, el resultado fue una multa de hacienda de muchos miles de euros. Los amigos están bien para ir a tomar algo y charlar, si quieres hacer bien las cosas tienes que contratar al mejor. De esto mismo se quejaba en una entrevista el Director de Hospitales de la Comunidad de Madrid, pedía que se pagase más al mejor y, ¿cómo sabe usted quien es el mejor? - le preguntó el periodista- Porque es el paciente el que debería elegir al médico, respondió. En España somos mucho de “café para todos” y eso no funciona. El que trabaja bien debe ser recompensado y el que es normalito o se esfuerza más (no me refiero a echar más horas) o se debe conformar con una porción más pequeña del pastel, es decir, con menor responsabilidad y un menor salario. Y, por desgracia, no estoy hablando de casos concretos, este mal es tan generalizado que las medidas para una gestión eficiente de los centros de trabajo deberían ser objeto de una Ley Orgánica, cuyo incumplimiento debería sancionarse severamente. Si esto no sucede, yo voy a tener que cambiar de país.