EL RELEVO

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                                                          El relevo

En su columna del domingo en El país titulada “El arte de irse”, Elvira Lindo trata el tema de la jubilación.  Sobre este tema he discutido repetidamente con otras personas y no suelo coincidir con nadie, por eso me ha alegrado ver que la escritora es de mi misma opinión.  A los que trabajamos en el ámbito sanitario no nos es difícil ver como hay médicos que arrastran los pies por el hospital hasta los 70 años y alguno, si le dejasen, seguiría más tiempo.  Sería bueno pensar que en los últimos años tienen a gente joven a la que transmitir sus conocimientos, pero no suele ser así porque no les gusta siquiera plantearse el hecho de que algún otro les pueda sustituir, y el relevo  queda en manos de la improvisación.  Elvira Lindo lo achaca a la envidia, el gran mal de España, y yo supongo que por desgracia algo de eso hay; debe ser muy duro ponerse a enseñar a otro más joven para darse cuenta de que los años han hecho mella en uno y de que el alumno no sólo las caza al vuelo, sino que en poco tiempo te da mil vueltas.  Otro factor que influye en la reticencia a ser relevado es que el hecho de querer sentirse único e indispensable ciega a muchos que desean que tras su marcha les echen de menos.
Elvira Lindo recuerda a Umbral como un escritor que nunca quiso dar cancha a los jóvenes a los que ridiculizaba, y cuenta como su escritura se fue volviendo mediocre por la ausencia de renovación.  Efectivamente los jóvenes son aire fresco de los que aprender.  Cuando en esta discusión alguien defiende a los mayores y el respeto que hay que tener por la experiencia pienso que mi interlocutor está tomando partido por el bando equivocado; el que ya se encuentra asentado en su puesto de trabajo no necesita apoyo, le cuesta muy poco bloquear el paso a uno más joven aludiendo a su antigüedad, y en cambio ¿cómo puede un joven sin ayuda introducirse en el mundo laboral? Gracias a su experiencia y ¿cómo adquirir experiencia? Este es un círculo vicioso del que es muy difícil salir.  La coletilla de que para un puesto de trabajo se necesita experiencia laboral, fijo que se la inventó uno que ya tenía mucha para que ningún principiante, por muy preparado que estuviese, le pisase el puesto.
Con cincuenta años (fíjense que ni me acerco a los 65 años de edad forzosa de jubilación) ya se ha trabajado mucho, se ha visto mucho, se ha peleado mucho y se ha aprendido mucho.  De los jóvenes siempre se aprende, el tener a una persona joven trabajando codo con codo durante un corto periodo de tiempo sería suficiente para transmitir una buena parte de los conocimientos adquiridos y ceder el relevo para que empezase, por fin, a coger experiencia.  Un contrato relevo de uno a cinco años según el trabajo sería lo ideal.  A partir de ahí el trabajador mayor (con 50 años no se es muy mayor pero si mucho mayor que uno de 25) podría dedicarse a trabajos voluntarios o quizás un trabajo a tiempo parcial.  Lo que no se entiende es lo que sucede en la actualidad, que los que están a tiempo parcial son los jóvenes y con jornada completa los mayores. 
Con ventitantos años se está en el mejor momento, lleno de energía, con ilusión, entusiasmo, capacidad de aprendizaje... y esa idea tiene que mover el mundo del trabajo.  Puedo entender que haya personas que necesitan trabajar porque no saben entretenerse o no entienden lo que es trabajar para una causa solidaria, pero cuando sucede como en la actualidad que no hay trabajo para todos a los que se les debe de dar preferencia es a los jóvenes que pueden traer ideas nuevas e ilusión.  Si a esto sumamos que las nuevas tecnologías invaden todos los ámbitos laborales y que las nuevas generaciones tienen su estructura mental más capacitada para su uso, ya no tengo nada mas que decir. 
Mi ferviente deseo ahora es que me pongan a una persona joven al lado a la que con gusto transmitiré mis conocimientos. La experiencia no se puede enseñar, ésta la adquiere cada uno como buenamente puede, de modo que mi experiencia me la llevaré a casa y la utilizaré para ayudar a otras personas, cultivar un jardín o hacer aquello que considere oportuno con ella; no creo en la experiencia como algo único e inalcanzable, todos podemos adquirirla si nos dan la oportunidad.  Lo que no se puede tener de nuevo es la juventud y eso sí que les duele a algunos.