EL ACOSO

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Una niña muerta como consecuencia del acoso escolar.  Quinientos mil alumnos son víctima del acoso escolar al año en España.  El acoso en las escuelas es un hecho, pero no sólo en ese ámbito sino también en la familia y en el trabajo.  Si analizamos diversos aspectos de nuestra vida muchos de nosotros hemos sido víctimas de acoso.  Y es que el acoso, en ocasiones, es tan sutil que fácilmente pasa desapercibido.  Sólo la víctima sufre en silencio.  Es por eso que resulta tan difícil pedir o recibir ayuda, porque no se puede expresar con palabras o demostrar con hechos lo que el acosado está experimentando.
Muchos individuos son acosadores por naturaleza.  Cuando yo tenía catorce años les propusieron a mis padres la posibilidad de que junto a otras niñas asistiese a un colegio masculino que querían transformar en mixto, me vi así acudiendo junto con otras catorce chicas a un colegio con seiscientos chicos.  La reacción de los chicos ante la novedad de tener chicas en el colegio no se hizo esperar y fue como si no hubiesen visto a una mujer en su vida; nos escupían, se burlaban y los más considerados nos ignoraban.  La situación no llegó a mayores, pero el hecho es que los acosadores estaban ahí, detectando la diferencia, buscando al débil para separarlo del grupo y acorralarlo. 
El auténtico acoso es contra una sola persona que no puede o no sabe defenderse.  En otra ocasión me enviaron a Inglaterra por el verano y al salir de casa todas la mañanas camino de la academia de inglés me encontraba con unas inglesas, probablemente de mi edad pero mucho más fornidas, que me increpaban y me insultaban hasta que lograba subirme al autobús.  Os podéis imaginar la ansiedad que tenía por las mañanas cuando me disponía a salir de casa.  En el camino a la parada del bus tenía que pasar por un pasillo que se formaba con las altas vallas de las casas y por el que no cabían mas de dos personas.  Una mañana en la que enfilaba por ese pasillo me las encontré de frente, eran tres o cuatro y el terror se apoderó de mi.  En contra de lo que cabría esperar no eché a correr, ya se sabe que el atletismo nunca ha sido asignatura obligatoria en España al contrario que en Inglaterra, cuando llegue a su altura, yo que a su lado era un mico, puse los brazos en jarra y las empujé con toda la fuerza que pude.  Nunca más se metieron conmigo.  El acosador huele el miedo y siempre busca a alguien que no se atreva a hacerle frente. 
El acoso en el trabajo es otra historia.  Aquí se cuenta con un arma que es la madurez.  Los niños y adolescentes son seres indefensos a los que hay que ayudar y proteger si cabe con mayor empeño.  En el trabajo el acoso es aún más sutil todavía.  Yo también he sufrido acoso en el trabajo y al afirmarlo no es que me vea como una víctima en toda situación, sino que constato que el acosador es un ser que abunda en nuestro entorno.  Recuerdo una ocasión en la que un jefe me consideró digna de su aprecio y me quiso captar para su grupo de desayuno, yo decliné el ofrecimiento porque siempre he pensado que, al igual que no se puede escoger a los compañeros de profesión, el tiempo de descanso es sagrado y siempre lo disfruto con quien yo quiero.  A partir de ese momento el jefe trató de hacerme la vida imposible.  No llegué a estar en una situación límite porque en cuanto pude puse tierra por medio con aquel trabajo.  Y es que el modo de evitar ser acosado es escapar.
Nuestros padres y maestros nos enseñan a enfrentarnos a los problemas, pero ante el acoso lo que hay que hacer es escapar y escapar pronto porque el acosador te va debilitando de tal manera que cuando te quieres dar cuenta ya no te quedan fuerzas para pedir ayuda.  Y como decía al principio, el acoso puede ser tan sutil que cuando te pones a explicar las situaciones de vejación por las que estás pasando parecen simplicidades a ojos de otro.  Escapar, echar a correr, cambiar de instituto, de trabajo, de pareja o huir de la familia cuanto antes.  No esperes a que el acosador cambie su actitud porque no lo hará.  No intentes pensar ¿por qué yo? Porque no tiene explicación.  Sencillamente busca la manera de escapar, salir corriendo de esa situación sin más.  Lo de buscar ayuda lleva un tiempo que no te puedes permitir.  El acoso es igual que esa tortura que consiste en hacer caer una gota de agua fría sobre la frente cada cinco segundo, apenas se ve y sin embargo al cabo de una horas la gota produce un daño físico y a los pocos días produce la muerte por la incapacidad de dormir o la imposibilidad de beber el agua a pesar de la sed.