LA PIRAMIDE DE MASLOW EN EL TRABAJO



Maslow fue un psicólogo que ideó una jerarquía de las necesidades humanas para alcanzar el bienestar.  Por decirlo de otra manera, para ser feliz existen requisitos imprescindibles, como alimento y casa, y otros requisitos que empiezan a contar cuando ya se tienen cubiertos los primeros.  Aunque existen críticas a sus teorías, estas ahí siguen desde 1943.  El bienestar en el trabajo es casi una utopía para muchos de nosotros, aunque debería ser obligatorio por ley.  Existen criterios objetivos de necesidades imprescindibles para ser feliz en el trabajo, por eso voy a hacer una interpretación libre de la pirámide de Maslow aplicada al puesto de trabajo. 

De nada sirve el pensar que este es un tiquismiquis por querer estar a una temperatura adecuada o que aquel es la bomba porque puede estar trabajando doce horas seguidas.  Hay unos mínimos que todos los seres humanos independientemente de sexo, raza o edad debemos tener cubiertos.  Si aplicamos al trabajo la idea de Maslow de que existe una jerarquía de necesidades se puede llegar a las siguientes conclusiones:

Voy a empezar por abajo, por lo más necesario, donde estarían las necesidades físicas:

-    Estar bien alimentado.  Antes de comenzar la jornada laboral hay que darle al cuerpo un buen aporte de nutrientes. Al igual que un ciclista que va a pedalear no puede hacerlo con el estomago vacío, si vas a realizar un trabajo, aunque no sea físico, debes alimentarte para ello.
-    Disponer de suficiente descanso entre jornadas y, dentro de la jornada, de las pausas adecuadas para recuperar las fuerzas.
-    Ejercicio físico adecuado. No se trata de presumir de cuerpazo.  La profesora de Neurociencia Wendy Suzuki explica en su libro “Cerebro activo, vida feliz” que existen suficientes evidencias de que el ejercicio mejora el funcionamiento del cerebro.

Una vez que tenemos cubiertas las necesidades básicas, el siguiente tramo de la pirámide que debemos tener cubierto es el que se refiere a la seguridad.  La seguridad abarca muchos aspectos, desde el tener un empleo fijo que nos permita saber que vamos a poder pagar el alquiler todos los meses y por lo tanto tener un techo sobre nuestras cabezas, hasta contar con unas medidas de seguridad en el trabajo que eviten ser victima de un accidente laboral. 

Una vez que nos sentimos seguros lo siguiente en importancia es sentirnos queridos y, al mismo tiempo, apreciar a las personas con las que nos relacionamos.  Llegados a este punto nos movemos en arenas movedizas.  Todos nacemos en una familia y se supone que esta nos quiere y cuida, pero no todas las familias son un nido de amor y la familia no se escoge.  Cuando te haces adulto puedes fundar tu propia familia, para ello buscas pareja y ahí sí puedes escoger, pero no siempre se acierta a la primera.  En lo referente a los hijos puedo decir por experiencia que los genes pesan más que lo que tú intentes inculcar y los genes que se manifiestan pueden remontarse a varias generaciones anteriores, que vete tú a saber...  Si hablamos de los compañeros de trabajo ni que decir tiene que salvo algún privilegiado poderoso que elige a su equipo, el resto de mortales no los escogemos.  Para que sirva de consuelo allá va un consejo que me dio hace años una compañera:  estés donde estés siempre hay por lo menos una persona con la que puedes entenderte (y yo añadiría que si encuentras una ya es mucho).  Mientras eres estudiante el compañerismo es una constante con la que vives y piensas erróneamente que cuando trabajes seguirás con esa dinámica.  En el trabajo predominan las ambiciones, los celos, las rivalidades y  un enchufismo, que en la epóca de estudiante si afloraban estos comportamientos se marginaban rápidamente por el grupo.  Todos echamos de menos la época de estudiante en parte por eso.  Resumiendo, el apartado afectividad es complicado de cubrir y si tenemos suerte y amamos y somos amados ya podemos pasar al siguiente nivel (esto es una forma de hablar porque podemos obtener bienestar de todos los niveles al mismo tiempo, claro que si no cubrimos uno inferior es casi imposible conseguir los beneficios del siguiente).

Vamos pues a por el siguiente nivel:  LA ESTIMA.  En este nivel importa tanto la estima hacia uno mismo (autoestima), como la estima que nos tienen los demás.  Para gozar de autoestima es necesario tener independencia, cuando uno es un bebé es dependiente de los demás y al llegar la adolescencia hay que volar fuera del nido para ser libre.  En el trabajo es normal tener un Director y algún que otro jefe por encima, pero muchos confunden el dirigir con “mandar”.  Un buen director o jefe sabe mucho y manda poco; él o ella (que no se ofendan las mujeres pero me resulta muy cansado escribir jefe/a, director/a... cada vez) deben tener el don de llevar a su equipo casi sin que estos se den cuenta, lo que redunda en el bienestar de los empleados.  Por otro lado un buen jefe tiene que dar reconocimiento a las tareas bien hechas y premiar el buen trabajo dentro de lo posible.

Y por fin, si hemos conseguido todo lo anterior llegamos al último peldaño:  LA AUTORREALIZACIÓN.  Para conseguir la autorrealización en el trabajo debemos obtener verdad, bondad, integridad, trascendencia, vitalidad, singularidad, perfección, justicia, orden, riqueza ambiental, simplicidad, fortaleza, sentido lúdico y no sigo porque sólo con estos adjetivos reto a cualquiera a buscarlos en su entorno de trabajo.  En conclusión, buscar la autorrealización en el trabajo es ya en sí un trabajo arduo, mejor autorrealizarse fuera de él.  Busquemos la bondad, la perfección, la justicia, el orden, etc. en nuestra familia, nuestras aficiones y nuestros amigos, dejemos el trabajo para costearnos una buena alimentación, un techo, el mantenimiento de la familia y unas vacaciones.

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