TRABAJOS ABSURDOS

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La sociedad en la que vivimos nos obliga a realizar todo tipo de ritos absurdos, por poner algunos ejemplos:  celebrar la gran boda y al poco tiempo cada uno por su lado, introducir prótesis en el cuerpo para resaltar la fisonomía, insultarnos y pelearnos mirando a unos tíos dándole patadas a un balón... la lista sería interminable.  Sin embargo, a nadie se le plantea cuando se levanta cada mañana para acudir a su puesto de trabajo que está realizando una tarea absurda.  Tenemos grabado tan a fuego la importancia de nuestro trabajo que el solo hecho de pensar que las tareas que realizamos no son imprescindibles no nos puede entrar en la cabeza ¿o sí?

Y es que algo ha tenido que ir mal cuando ya en los años 30 Keynes predijo que al final del siglo pasado se podrían asumir jornadas laborales de 15 horas a la semana, y a día de hoy seguimos con 37 horas y media y eso con suerte.  Lo mejor de todo es que la tecnología que permitiría esa liberación de horas ha avanzado como predijo Keynes y, en cambio, sólo ha servido para enriquecer a informáticos varios. 
Voy a exponer la teoría de David Graeber para explicar cómo hemos llegado a este exceso de horas de trabajo.  Su teoría se basa en la existencia de “trabajos absurdos”, traducido del inglés "bullshit jobs".  Los trabajos absurdos son aquellos en los que los trabajadores que los ejercen creen que están realizando tareas innecesarias.  Aunque no suelen hablar sobre ello, estos trabajadores se sienten desmoralizados ante la perspectiva de un nuevo día de trabajo.  Si en algo se equivocó Keynes fue en no prever el consumismo voraz que se iba a apoderar de la humanidad.  Si en algún momento tuvimos oportunidad en escoger entre ocio o compras, nos decantamos por lo segundo.  Aunque es verdad que se han creado nuevas empresas en relación a este consumismo, esto no justifica el incremento desmesurado de horas de trabajo.  Los nuevos puestos de trabajo que han puesto en jaque la teoría de Keynes no son los dedicados a la alimentación, fabricación de tecnología para consumo o ropa fashion, de hecho el sector productivo ha disminuido dramáticamente.  El crecimiento de ocupación ha tenido lugar en puestos directivos, vendedores, predicadores de distintas religiones y trabajadores de servicios

A pesar de la gran cantidad de obreros fabricando todo tipo de artilugios en China e India, la mano de obra productora ha descendido en contraste con el crecimiento de sectores como el de la administración, servicios financieros o teleoperadores y el progresivo avance de la administración académica, sanitaria o judicial, departamentos de recursos humanos y relaciones públicas.  A su vez también han crecido los trabajos consistentes en aportar apoyo técnico, administrativo o de seguridad a otras empresas.  Por no hablar de todas las empresas como las de cuidados a mascotas o repartidores de comida rápida, que existen porque todos estamos muy ocupados trabajando en otros asuntos. 

A todos estos trabajos es a los que Graeber denomina “trabajos absurdos”.  Es como si alguien estuviese dedicándose a crear puestos de trabajo sin una necesidad real, sólo para mantenernos ocupados.  Es curioso, porque el crear tantos trabajos como trabajadores en potencia existan es más propio de los antiguos estados socialistas, como la Unión Soviética, que de la mentalidad capitalista.  Y así seguimos, con un montón de empleados que mueven papeles, trabajos en los que como predijo Keynes  se  necesitan 15 horas a la semana para su desarrollo y el resto del tiempo se dedica a hacer cursos de reciclaje, poner al día el facebook o bajar de internet la última serie de moda en TV.

Aunque parezca un problema económico no lo es, es moral y político según Graeber.  Los poderes fácticos piensan que una masa de gente feliz y productiva con mucho tiempo libre es una amenaza peor que la bomba atómica.  Por eso nos han enseñado desde pequeños que el trabajo es algo muy valioso y cualquiera que no quiera estar trabajando cuantas más horas mejor no se merece nada.

Médicos y profesores se quejan cada día más de cómo ha crecido lo que se ha dado en llamar “papeleo”, trabajo administrativo que ha pasado a formar parte de su quehacer diario.  No les gusta y no son buenos en ello porque no le ven relación a su desempeño.  Graeber es antropólogo y él mismo reconoce que su trabajo es uno de esos que se puede considerar absurdo.  El no quiere poner el dedo en el ojo a otros diciéndoles que su trabajo es también inútil, pero cuenta un caso muy revelador.  Un amigo suyo escribía canciones y era bueno, cuando su discográfica ya no le reclamaba como compositor tuvo que buscarse otra profesión y se hizo abogado; él mismo reconocía que su trabajo como abogado era totalmente prescindible.  Teniendo en cuenta que una buena canción produce felicidad a millones de personas, es curioso que nuestra sociedad requiera muy pocos artistas y, en cambio, muchos abogados.  Si no tuviésemos músicos nuestra vida sería un poco peor pero ¿y si no tuviésemos abogados?  Pues francamente no pasaría nada.  Sin enfermeras, maestros, mecánicos... nuestra vida sería el caos pero si desapareciesen financieros, directivos, contables, procuradores, abogados societarios, etc. no se les echaría de menos en absoluto, por no decir que incluso podríamos hasta vivir mejor. 

Por supuesto que estos colectivos, en el fondo de su alma, conocen lo absurdo de su desempeño y esto los llena de rabia y resentimiento.  Para contener estos sentimientos de frustración la sociedad ya se ha encargado de canalizar su rabia hacia los que de verdad hacen un trabajo productivo.  Para empezar, cuanto más inútil sea un trabajo mejor remunerado estará y, al contrario, cuanto mayor beneficio obtenga la población de un trabajador este percibirá una retribución más baja.  La sociedad tiene aún más perversiones.  Si un colectivo de trabajadores (que de verdad producen) se pone en huelga, el enfado general es contra dicho colectivo y no contra los directivos que son el verdadero origen del problema al querer explotar a sus empleados. La sociedad está mentalizada de que el trabajador de una fábrica debe hacer su trabajo real y que los buenos sueldos, permisos retribuidos, dietas, buenas pensiones... no es cosa de ellos.  Lo suyo es trabajar y producir para poder costear todos esos trabajos absurdos que tienen mucho mejores condiciones laborales que ellos.

Este artículo es prácticamente una traducción literal del escrito por David Graeber titulado “On the Phenomenon of Bullshit Jobs”.  Después de leerlo piense detenidamente si alguna vez se le ha pasado por la cabeza que si deja de acudir a su puesto de trabajo ¿pasaría algo?

David Graeber es Profesor de Antropología en la Escuela de Economía de Londres.