TRABAJADORES COMPROMETIDOS

                                            
        
Tradicionalmente se ha intentado obtener el compromiso de los empleados con premios en dinero, bonos, viajes y otros pluses pero lo que de verdad quiere el trabajador es un trabajo interesante, que sea útil y además un desafío para su habilidad.  En las empresas actuales ya no se sabe con qué premiar a los empleados para motivarlos.  La base del problema es que la persona que realiza el trabajo es la que lo conoce de verdad y lo que necesita no son premios a cambio de un trabajo en el que se le impone cómo, cuándo y con quién debe realizar.  Lo que necesita el trabajador es LIBERTAD, libertad para sentirse creativo con la labor realizada.

En cualquier empresa se desarrolla un tanto por ciento muy pequeño del potencial existente entre sus empleados.  El trabajo impuesto es una mortaja para la capacidad individual que se supedita a las órdenes de una dirección que desconoce el día a día del trabajo que se realiza.

Las organizaciones tradicionales encorsetan al trabajador convirtiéndolo en un simple empleado.  La palabra trabajador lo dice, alguien que quiere hacer algo, libremente y rápido, en cambio empleado ya nos da a entender que hay otro que le obliga a hacer algo, por un tiempo más bien largo y a cambio de un dinero más bien escaso.  Para pasar de empleado a trabajador hay que sentirse comprometido con la labor a desarrollar.  Así es como se siente el trabajador autónomo que renuncia a un sueldo fijo para conseguir por si mismo el mejor de los resultados posibles sin depender de ataduras que lo frenen.  Son los directivos los que llenan la jornada de tareas inútiles y aburridas y luego culpan a sus empleados de apatía cuando las cosas no salen bien.

“Cualquier actividad se vuelve creativa cuando uno se preocupa por hacerla bien o hacerla lo mejor posible”  John Updike

El psicólogo Barry Schwartz estudió el caso de una limpiadora a la que el hospital en el que trabajaba le encomendó la rutinaria tarea de limpiar y sin embargo ella enfocaba su labor hacia intentar molestar lo menos posible a pacientes y familiares.  Desde el punto de vista del gerente de un hospital lo ideal es que las limpiadoras hagan su trabajo lo más rápido y eficientemente posible, al fin y al cabo sólo se trata de fregar. Sin embargo, un hospital funciona 24 horas y si el que limpia pone su atención en no molestar a pacientes y profesionales que están trabajando, la eficiencia en la limpieza no podrá ser igual que si se tratase de oficinas vacías.  Claro que si las habitaciones están llenas o vacías es algo que al gerente no le preocupa, planifica el número de limpiadoras, el número de metros cuadrados, el número de horas y listo.  Los números gustan mucho a la hora de dirigir, los directores son expertos en números y hay una frase hecha que dice que el papel lo soporta todo. Sobre el papel el número de trabajadores, horas a realizar, resultados, etc... resultan alentadores, pero el que hace esos cálculos desconoce el valor de la limpiadora que entreabre sigilosamente la puerta de la habitación del hospital y si ve que hay una familia sufriendo la vuelve a cerrar con cuidado. Un gerente puede decir qué trabajo hay que hacer, pero son los trabajadores los que deben decidir cómo, cuándo y con quién hacerlo. 

Igual que un grano de arena en el Universo ya hay algún directivo que comprende que el modo para que los trabajadores sean eso y no simples empleados pasa por permitirles desarrollar todo su potencial.  Hay una serie de medidas básicas con las que una empresa debe contar si quiere empezar con buen pié esta andadura:

-    Los jefes deben de dejar de decir a sus trabajadores cómo hacer su trabajo porque estos son los más indicados para decir “el cómo”.
-    En las empresas deben desaparecer todos los símbolos de clase que distingue por categorías:  despacho más grande, baño individual, libertad de horarios sólo para algunos, plaza de aparcamiento...
-    Eliminar el pago de la productividad tradicional.
-    Dar libertad sí, pero en último término esa libertad se tiene que demostrar útil para la empresa y debe haber resultados evaluables.

Para implementar todos estos principios en la empresa debe haber un líder con unas características determinadas. Veamos algunas de los requisitos que debería cumplir un buen director:

1.    RESPETO:  el respeto significa no causar ofensa o perjuicio a los trabajadores.  Ofensivo es dudar de que un trabajador tenga un problema serio cuando se ausenta por un motivo familiar. Perjuicio se le ocasiona al trabajador cuando no se le paga adecuadamente su desempeño.
2.   DIGNIDAD:  un trato digno es aquel en el que no se humilla a la persona.  Humillante resulta aprovecharse de que la Universidad en España es una fábrica de parados y contratar a universitarios a precio de ganga para realizar tareas que requieren una capacidad muy inferior y más humillante resulta para aquel que hizo la formación profesional adecuada ver como le usurpan las pocas posibilidades de trabajo que tenía.
3.   CONFIANZA:  los trabajadores tienen la esperanza de que las cosas en su empresa funcionan como es debido.  Confían en que los van a tratar con respeto y dignidad, que hay justicia y equidad.
4.    JUSTICIA:  la persona al frente de una empresa debe perseguir la verdad y con ella tomar las decisiones pertinentes.  Por supuesto que detrás de esa verdad no deben estar los conspiradores de turno que informan según sus intereses.
5.   EQUIDAD: no se debe dar un trato de favor hacia alguien concreto, especialmente en derechos fundamentales.

No sería mala idea que fuesen los propios trabajadores los que entrevistasen a candidatos a director, a fin de cuentas son ellos los que mejor conocen las necesidades de su empresa.

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