PROTOCOLOS

  • Print

Siguen apareciendo en las noticias muertes por violencia de género y muchos nos preguntamos qué es lo que falla.  Se sabe que hay mujeres sufriendo acoso por parte de su pareja y existen numerosos organismos encargados de vigilar por la seguridad de todos nosotros y sin embargo, incluso tras haber sido denunciado, un hombre se acerca a su pareja o expareja y la mata con facilidad.  Por un lado falla la educación y por otro lado fracasan los sistemas de vigilancia en situaciones declaradas como de riesgo.  Hay datos que apuntan a que el machismo ha aumentado entre los jóvenes.  La educación se debe realizar en los colegios pero, sobre todo, en casa.  Los sistemas de vigilancia están en manos de la administración y la administración española tiene lo que yo daría en llamar “el vicio de los protocolos”.
España quiere ser Europa y con esa excusa intentamos emular a instituciones de países europeos que resultan eficientes.  El problema con el que nos encontramos es que la eficiencia aquí es una quimera y al final nos quedamos con las apariencias.  Hace años que importamos la moda de los protocolos.  En la Administración Pública hay protocolos para todo lo imaginable.  Para realizar protocolos se contrata a personal altamente cualificado con elevadas remuneraciones.  Voy a explicar lo que es un protocolo con una anécdota.  Hace años le pregunté a un empleado enviado por la empresa de calidad subcontratada por un hospital en qué consistía su trabajo y él me contestó:  “Si el Hospital quiere tener una certificación de calidad en limpieza yo empiezo a escribir,  comienzo por el momento en el que llega el servicio de limpieza y continúo describiendo el tamaño de la baldosa que tienen que limpiar, el tipo de fregona que utiliza, el producto que aplica, la inclinación de la fregona al limpiar y el tiempo que lleva, y así cuantos más folios mejor”.  Efectivamente aquel individuo estuvo escribiendo durante semanas y al final el hospital consiguió la certificación que acreditaba que el hospital cumplía con las normas europeas en limpieza.  Un tiempo después le pregunté a la persona encargada de controlar la limpieza si el hospital estaba más limpio y la respuesta fue que no, el hospital seguía igual de descuidado que antes de conseguir la certificación.  Esa es la realidad de los protocolos.
Desde entonces me he fijado que a los políticos les encantan los protocolos. Estoy segura que existe un protocolo de actuación cuando se denuncian los malos tratos.  Lo que es un hecho es que no son eficaces porque el número de muertes aumenta.  No he tenido el placer de leer dicho documento pero sí me he leído el que existe para el acoso en los colegios.  Este consiste en 16 páginas y su implantación es de una ceremoniosidad y lentitud pasmosas.  Cuando se termina de ejecutar dicho protocolo el alumno acosado puede estar fácilmente al borde del suicidio, y eso contando con que las personas encargadas de aplicarlo sean eficientes.  Para hacer frente al acoso y al maltrato no se necesitan protocolos, se necesitan medios y ganas. Con escribir y publicar el protocolo la administración se da por satisfecha, lo que sigue a continuación es que el político de turno manifieste su satisfacción por la resolución del problema contemplado en el documento.  La verdad es otra muy diferente, no hay personas preparadas para afrontar la situación planteada, no hay medios y no hay mecanismos de control que permitan mejorar lo que no funciona.
En la Sanidad también existen protocolos para todo y mientras tanto los enfermos esperando por una cita en su casa, con meses de lista de espera por delante.  El que haya empleados altamente cualificados dedicados a hacer dossieres sin más no tiene mayor importancia si se trata de tornillos, pero cuando estamos hablando de enfermos, niños, personas maltratadas o excluidas socialmente la cosa cambia.  Pongo por ejemplo el caso del niño gitano que acude poco aseado a clase.  Sus compañeros se burlan y como consecuencia ese niño no vuelve a clase.  El/la orientadora aplica el protocolo consistente en hablar con unos y otros siempre y cuando  llegue a localizar a todas las personas implicadas.  Una vez cumplido el protocolo se da el asunto por resuelto.  He ahí el error, los problemas son tales porque su resolución no es tan fácil como escribir y hablar.
Para resolver los problemas se necesita tener en plantilla a gente capaz e implicada y se requieren medios. Para conseguirlo, lo primordial es tener políticos concienciados de que en su posición al frente de instituciones como Sanidad o Educación tienen que obtener resultados.  Todo el dinero que estamos poniendo en sus manos es para que estas instituciones funcionen.  Ha llegado el momento en que exijamos resultados.  Debemos desplazar de sus asientos a políticos encantados de rodearse de expertos en calidad y protocolos para tener al frente de las instituciones a entendidos en la materia a nivel práctico.  Basta ya de quedarnos en la apariencia y en teorías que dejan sin resolver los graves problemas que sufre nuestra sociedad.