BREXIT



Esta semana ha sido noticia la salida del Reino Unido de Europa.  Esto así dicho es mentira.  Europa seguirá siendo un continente y las islas Británicas siguen perteneciendo a él. Reino Unido se ha salido de un invento poco rentable y mal planificado de instituciones administrativas que se llama Unión Europea.  Los ingleses no vieron claro lo de la moneda única y nunca llegaron a renunciar a la libra.  El tiempo les ha dado la razón, la implantación del euro sin  hacer políticas económicas coordinadas entre los países miembros resultó un fracaso.  Que los ingleses quieran salir de la Unión Económica Europea no es de extrañar.  Como decía el filosofo chino Lin Yutang: “Una nación sana como la inglesa tiene idealismo y realismo mezclados en las debidas proporciones.  Un idealismo vago, no crítico, se presta siempre al ridículo, y un exceso de él puede ser un peligro para la humanidad por conducirla en giros constantes e inútiles a la caza de ideales imaginarios”.  Esto ya lo intuía el filosofo en la primera mitad del siglo pasado, las naciones, al igual que las personas, no cambian.

A Inglaterra se fue a vivir Delfina Entrecanales en la misma época en que Lin Yutang daba allí clases.  Esta mujer era de una familia rica y eso es una suerte.  A ella le sirvió el dinero para convivir con artistas a los que propiciaba un lugar donde pintar.  Nunca le dieron un cuadro ni ella les compró uno, ella se considera una coleccionista de artistas y no de arte.  En definitiva, no necesitó ni estudiar, ni trabajar para conocer gente interesante, le bastó con haber nacido donde lo hizo.  Es lo que Robert H. Frank llama el ascensor social o el factor suerte que viene dado al nacer. Este profesor de la Universidad estadounidense de Cornell analiza en su libro “Exito y suerte. La buena fortuna y el mito de la meritocracia” la importancia de la suerte en los éxitos económicos, poniendo en duda la teoría del hombre hecho a sí mismo.  Que la suerte juega un papel importante en nuestra vida no es nada nuevo, lo más novedoso de las teorías de este profesor es que aquellos hechos a sí mismos suelen asociar su éxito exclusivamente a su esfuerzo, y al no tener en cuenta el factor suerte resultan poco generosas; se dicen a sí mismos que si otro quiere triunfar se esfuerce como ellos hicieron.  Aquel que reconoce con humildad que han existido factores externos en la consecución de su éxito puede ayudar mejor a los que vienen detrás. 

Y los que vienen detrás son los jóvenes que opositarán los próximos años para cubrir todas las plazas que van a quedar vacantes en la Administración española.  Nuestra Administración además de ser ineficiente esta envejecida.  Si sólo estuviese envejecida la solución sería ir metiendo gente joven progresivamente, pero ante el envejecimiento unido a la ineficiéncia hay que pensar en otras soluciones.  El Gobierno vasco ya está manos a la obra y en previsión de lo que se avecina en los próximos años han aprobado un plan de rejuvenecimiento que incluye concursos de traslados y el rediseño de la relación de puestos de trabajo para adaptarlos a las nuevas necesidades.  El resto de Administraciones no conocen el término previsión como vemos a diario los que trabajamos en ellas y por lo tanto seguirán parcheando las jubilaciones masivas de los próximos años, anunciando suculentas ofertas de empleo públicas especialmente en tiempo de elecciones.

Y para terminar me quedo con una frase de J. M. Coetzee, premio nobel de literatura que estará esta semana en España para presentar su libro “The Schooldays of Jesus”:  “Varias mujeres casadas me han confesado que en sus casas se consumiría menos carne si sus maridos no la exigieran en cada comida”.  Nunca había pensado en ello, pero reconozco que no es la primera vez que oigo a alguna mujer comentar que tiene que cocinar más carne de la que le gustaría para contentar a su pareja.  Puede que el hombre haya evolucionado socialmente y se vista como un pincel pero no deja de ser un descendiente directo del Homo Sapiens.  El Homo Sapiens fue el mayor cazador del planeta, y el macho de Homo sapiens tenía unos enormes caninos para engullir toda esa carne que cazaba.  Aunque nuestros maridos no se pongan el taparrabos y salgan con su hacha a buscar una presa para la cena, en sus genes está impresa esa historia y al llegar la noche les gusta tener un buen filete de carne que llevarse a la boca.

 

 

 

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