ENVEJECER

                                     
                               Retrato de Felix Máximo (Museo del Prado)

Para no perder la costumbre voy a dar un repaso al último caso de corrupción, claro que  echando un vistazo alrededor y viendo quién gestiona el dinero público, nuestro dinero, hablar del último es una quimera.  Pues como digo ahí estaban los responsables de ADIF certificando trabajos para los que se habían empleado técnicas y materiales más económicos y de peor calidad que los descritos en los documentos oficiales, la diferencia para el bolso del empresario y el político de turno.  A mi esto no me suena raro, hace años cuando empecé a trabajar en la administración, por circunstancias que nunca llegué a comprender, nos cambiaron la ubicación del centro de trabajo a las afueras.  Para ello construyeron un edificio nuevo en un terreno comprado a algún amigo, supongo yo. 

Nos dijeron que íbamos a trabajar en un edificio inteligente, y la inteligencia que debía tener el edificio debió estar ausente en alguno de los responsables de su construcción.  Sólo así se puede explicar cómo a los cuatro años los sumideros de los lavabos estaban tan oxidados como yo nunca había visto unos, a pesar de que vivo en una casa de 35 años y con sumideros de otros tantos; las manillas de las puertas no funcionaban, las ventanas no abrían, el sistema de calefacción no se podía programar, etc.  Con lo que se cuenta de ADIF empiezo a entender todas estas anomalías que hace años resultaban inexplicables.  Espero que los responsables de la estafa en la construcción del AVE en Barcelona respondan de sus delitos ante la justicia porque habrá otros muchos que nunca lo harán.  Mientras tanto el resto de ciudadanos tendremos que seguir soportando las indeseables consecuencias de esta indecencia institucionalizada.

Hay un tema del que habla Javier Marías esta semana y que sale a la conversación en los paseos diarios que doy con mis amigas:  el trato de los hijos a sus padres ya entrados en edad.  En nuestro entorno los hijos manejan a sus padres como a niños pequeños, les llevan al médico, les dan medicinas, les dicen lo que tienen que comer, los llevan a centros de día como si fuesen al colegio...  Nosotras nos sentimos en desventaja frente a esos hijos, porque da la casualidad de que nuestras madres (nuestros respectivos padres han muerto) siguen siendo eso, madres, y no niñas a las que manipular.  Estas mujeres mayores comen lo que quieren, toman las medicinas si ellas consideran que las necesitan y van al médico cuando les apetece.  Pelear con ellas para que hagan lo que nosotras consideramos apropiado es inútil, las que mandan son ellas por la autoridad que los años les confiere.  Es duro para un hijo ver que sus progenitores no se cuidan adecuadamente, por otro lado es triste que los años te conviertan en un niño manejable.  Dice Javier Marías: “Apenas quedan viejos no ya dignos, sino que continúen siendo los hombres que fueron, sólo que con más edad".

Le plantean una serie de preguntas al filosofo Emilio Lledó y como siempre me deja con la boca abierta, por su sinceridad y por su claridad de ideas; cómo se echa de menos a gente así en la política.  Sobre la crisis de refugiados Lledó plantea algo tan evidente y tan ausente como es el por qué nadie nos dice cuál es el motivo y origen de esa guerra en Siria.  Que razón tiene al indicar que todos los medios de comunicación publican fotos y críticas a la oleada de refugiados pero de la raíz del problema nadie habla.

El pensador italiano Raffaele Simone nos recuerda esta semana que la democracia se basa en la necesidad de evitar ese elemento natural que se observa ya en los niños de guardería de crear entre ellos jefes, gregarismos, dinámicas de poder...  A partir de esa necesidad surge la idea de representación que supone que mil personas al no poder ejercer directamente su soberanía, la transmiten a otras diez que se consideran idénticas a las mil.  Francamente yo no me siento identificada con las personas que nos representan, no ya por la corrupción que los caracteriza, sino por la falta de inteligencia y la indecencia que como afirma Emilio Lledó observamos en los corruptos.  Las conversaciones que se escuchan en las múltiples causas abiertas, en las que acuerdan tratos de favor, son propias de auténticos lelos, de gente vulgar e inculta.  Raffaele Simone propone recuperar una tradición antigua para rechazar a representantes que demuestran no merecer su función, la elección de cargos por sorteo o la petición de su opinión a los ciudadanos sobre asuntos de gran trascendencia.  Con esta última medida se devolvería a los ciudadanos algo de su soberanía.  A mi me parece una medida interesante, pongamos por ejemplo que nos hubiesen preguntado a los ciudadanos qué hacer con los Bancos, culpables en gran parte del descalabro financiero de la última crisis, ¿darles más dinero o pedirles responsabilidades?, ahí lo dejo para que cada uno piense en posibles consultas populares.

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