JAMES BLAKE

  • Print



Esta semana ha estado en España James Blake.  Este músico de 27 años es un ídolo de jóvenes, claro que eso ha perdido su significado, también los padres de esos jóvenes le escuchan, padres e hijos escuchan ya la misma música.  Esta realidad debería facilitar el que los padres hablen con sus hijos de ésta y otras estrellas de la música.  James Blake se hizo famoso con 22 años, con lo cual la idea que de él pueden llegar a tener nuestros hijos es que lleva 5 años de fiestas, tomar el sol en playas exóticas, salir con chicas guapas... y por lo que dejó patente a su paso por nuestro país nada más lejos de la realidad.  El hacerse famoso con su primer disco hizo que se atormentase por llegar al mismo nivel en los siguientes trabajos, la expectación que se creó en torno a él le llenó de ansiedad.  El éxito lo que le trajo fue innumerables problemas e incluso una depresión.  Creo que esto es más común de lo que creemos.  En las revistas vemos a las estrellas pasárselo pipa y yo suelo decir a mis hijas que esa juerga dura cinco minutos.
Esa gente trabaja durísimo, muchas horas al día, mes tras mes y con un poco de suerte se toman un fin de semana libre que es la única oportunidad que el fotógrafo de turno tiene de hacer una instantánea.  La gente joven les envidia sin darse cuenta que detrás de una canción, de una película o un libro hay muchas horas de duro trabajo y de sacrificio.  Creo que sería bueno para nuestra sociedad que se hicieran reportajes de los ídolos juveniles haciendo lo que de verdad les ha convertido en brillantes que es trabajar y muy duro.  James Blake como cualquier chaval de 27 años termina diciendo que él en realidad lo que desea es levantarse cada mañana y tomarse un café con su novia y ser feliz.  No esperaba menos de un tío  inteligente, la inteligencia te sirve para saber que eso es lo único que importa.
No se si se nota pero, al contrario que al resto del mundo, a mí me da mucha pena esta gente que se dedica al arte y al deporte.  Les presumo un sacrificio mantenido, esfuerzo extremo y trabajo continuo.  Para mí nada que envidiar.  Me da lástima oír a Pau Gasol planear su paso a la vida inactiva con una carga de trabajo descomunal.  El hombre nos cuenta cómo se prepara (y voy a subrayar lo que me llama la atención) a conciencia para su jubilación, cómo va a aprovechar las oportunidades que le surgieron mientras aún estaba en activo, cómo va a crear un equipo de trabajo con tal fin al mejor nivel y  cómo va a afrontar el gran reto que significa pasar a la etapa de postjugador.  Más que preparar su retiro parece que quisiera entrenarse para la final del mundo de baloncesto.  Lo mejor que Pau podía hacer es leer el libro de Jonas Jonasson “El abuelo que saltó por la ventana y se largó”; el protagonista que ha vivido en sus 90 años todo tipo de experiencias interesantes y enriquecedoras reconoce, vez tras vez, que lo único que le produce auténtica satisfacción es tumbarse en una hamaca, bajo una sombrilla, en un país cálido y con una cóctel en la mano.   Si has trabajado duro y has cumplido tus sueños, retirarse tiene que ser eso.  No hay animal en la Tierra que trabaje tanto como el hombre.  De hecho, el resto de animales luchan para obtener su alimento y luego se tumban plácidamente a dormir al sol.  Un buen libro, algo de ejercicio físico, una playa bonita, una buena comida y una larga siesta, si se tienen los recursos necesarios lo único que hay que planear es cómo, cuándo y dónde.