GESTIONAR EMOCIONES

                                                                      

Cuando tenía 10 años se me ocurrió publicar un periódico para mis compañeros de clase. En casa grapaba media docena de hojas y en cada una pegaba una foto, un artículo, una viñeta... cualquier cosa que me llamase la atención.  En la portada ponía un dibujo hecho por mí, aunque tengo que reconocer que la pintura nunca ha sido uno de mis puntos fuertes. Decidir el título de la publicación me llevó algún tiempo, y al final me decanté por “La patata gorda”, me pareció sonoro y que podía llamar la atención sobre mi periódico.  Como se puede deducir sólo existía un ejemplar de la publicación que rodaba por el aula de mano en mano.  Esto sucedió durante apenas dos semanas, porque en una de estas el ejemplar cayó en manos de una de mis compañeras, que estaba un poco obesa, y que se chivó a la profesora de que yo me estaba burlando de ella llamándola patata gorda.  Me cayó una reprimenda de órdago de la Directora del colegio y ahí terminó mi etapa periodística. 
Esta semana entrevistan a la psicóloga que supervisa al Fútbol Club Barcelona, Inma Puig.  Esta mujer está acostumbrada a tratar con motivaciones, frustraciones y desencuentros entre deportistas de élite y otro tipo de trabajadores.  Me llaman la atención dos anécdotas que cuenta, y que nos da una idea de lo complicado que es conseguir una meta en la vida.  Especialmente cuando eres joven, si no encuentras el reconocimiento y el apoyo necesarios, la tarea de conseguir un objetivo, por mucho que lo desees, se convierte en imposible. 
La primera anécdota se refiere a dos jóvenes promesas del fútbol. Su entrenador tuvo en un momento dado que escoger a cuál de ellos pasar al primer equipo y, siendo los dos igual de buenos, el elegido se convirtió en una estrella y el otro dejó el fútbol al año siguiente.  Como todos podemos entender, existe más de una ocasión en la que un futbolista puede pasar de la cantera al primer equipo.  No se trata de que hubiese una única oportunidad en la vida.  Si el muchacho que no accedió en esa ocasión hubiese seguido jugando con ilusión podría haber ascendido otro año, pero la cuestión es que no fue así.  Por desgracia no basta con ser excelente, además se necesita un empujón, que si no recibes en el momento preciso te hace desistir en tus aspiraciones. La segunda anécdota de la psicóloga se refiere al mundo del tenis, en este caso se trata de un entrenador que le aseguraba que nunca se equivocaba al señalar cuál de sus pupilos iba a ser el mejor, a lo que ella le contestó que los que no se equivocaban eran los chavales, porque el mejor se hacía como consecuencia de que el entrenador lo trataba como tal.  En la anécdota de los futbolistas el entrenador supo lo que su intervención había significado para aquel muchacho y nunca pudo perdonárselo, en el caso de los tenistas el entrenador nunca se había percatado de que era su forma de proceder lo que hacía que un muchacho destacase frente al resto.
Todos aquellos profesionales que trabajan con jóvenes deberían reflexionar sobre lo que cuenta esta psicóloga.  Profesores y entrenadores deberían estar más alerta sobre lo que sus palabras y actos pueden generar en la autoestima de sus pupilos.  Como no suele darse semejante actitud, creo que es tarea de los padres el buscar la genialidad en nuestros hijos, el animarlos a que exploren sus posibilidades hasta el final de las consecuencias.  Eso sí, sin pensar en los términos de triunfo o fracaso.  Que hagan aquello que les gusta simplemente por hacerlo y si son buenos, pues bien, y si no son buenos, no pasa nada, que sigan su camino hasta donde les lleve, sin dejarse derrotar por los innumerables obstáculos con los que se van a encontrar.

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