ALGO APESTA EN LA UNIVERSIDAD

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Cada año sale el ranking de las mejores Universidades del mundo y de las españolas no entra una. Resulta frustrante pensar que si vives en España no puedes llevar a tu hijo a estudiar ni a una sola buena Universidad. Seguramente hay muchos motivos para la ausencia de calidad de la enseñanza de nuestras Universidades, pero uno de ellos está muy claro y vamos a verlo con un caso concreto.
Erase una vez una Universidad en la ciudad de Oviedo en cuya facultad de Geología, en el departamento de Estratigrafía, daba clase un profesor llamado Germán Flor. Este profesor tenía un hijo llamado Germanín, muy querido por todos, al que su padre le puso un despacho al lado del suyo para que le echase una mano en los trabajillos que iban surgiendo en el departamento. Así estuvieron padre e hijo durante 18 años, hasta que un buen día decidieron que era el momento de que la Universidad le pagase un sueldo, que para algo había estado allí todo ese tiempo. Y muy ufanos se pusieron a escribir correos electrónicos al resto de profesores para que apoyasen su petición. Al Vicerrectorado le pareció de perlas y convocó una plaza de Profesor Ayudante Doctor lo que suponía pagarle a Germanín unos 34.000 € anuales. Y todos muy contentos por las perspectivas que se presentaban de que Germanín ganase un sueldo y siguiese ocupando el despacho, que sin vinculación laboral con la Universidad había habitado durante tantos años, se reunió a la Comisión que había de darle por fin la plaza. He aquí que aparecieron otros nueve candidatos, cinco mejores que Germanín y, especialmente, Emma Quijada, que tenía un curriculum apabullante. A la Comisión no le quedó más remedio que dar la plaza a la forastera que venía de la Universidad Complutense, ¡Dios mío!, con mejor expediente. La afrenta fue terrible y Germanín y su padre reclamaron ante el Consejo de Gobierno de la Universidad que aceptó sin dudar las reclamaciones por semejante intrusión (Según datos del CSIC el 90% de las plazas de profesores universitarios se conceden a un único candidato propuesto por la Universidad pertinente, que a su vez es un alumno que ya está trabajando en ella). Los argumentos de los dos geólogos para reclamar la plaza que vilmente les habían arrebatado eran de peso, a saber:

a) Existía una conspiración para echarlos de la Universidad (el padre estaba próximo a la edad de jubilación).

b) Germanín lo estaba pasando fatal (según sus propias palabras).

c) La esposa de Germanín había tenido un aborto “fuerte” (presentó los partes médicos que lo certificaban).

d) “Soy conocido en el mundillo de la Universidad” (de nuevo palabras textuales).

e) Germán padre había sufrido un “daño irreparable”.

Es curioso, pero al expediente no había ni una sola alusión. Así pues, el Vicerrectorado repite cuatro veces la adjudicación de la plaza, incluso cambiando el baremo para favorecer a su candidato, y nada, las cuatro veces es la persona con mejor curriculum la que se alza con el triunfo (en España esto resulta algo insólito). Mientras tanto, padre e hijo andan a gritos e insultos cuando encuentran a un miembro de la Ccomisión por los pasillos. Incluso han llegado a denunciar a los miembros de la Comisión de Selección (que no son siempre los mismos) por una falta grave al no obedecer los designios de sus superiores. Esto no ha terminado, la última vez que Emma por cuarta vez ha obtenido la plaza ha sido en febrero de 2018 y también en esta ocasión hay un reclamación en curso. Y todavía alguien se extraña de que nuestras Universidades estén al final de la cola de todas las Universidades del mundo.