DINERO Y FELICIDAD

  • Print

                                       
¿El dinero da la felicidad?¿Cuánto dinero se necesita para ser feliz? Cuando vemos a personas adineradas pegándose la gran vida, nos preguntamos si serán más o o menos felices que nosotros. Nos gustaría pensar que nuestros problemas se desvanecerían rodeados de lujo y riquezas. Por un lado nos ilusionamos con esa primitiva que echamos cada semana y que nos sacará de una vida de sinsabores y, por otro lado, algo nos dice que, a pesar de su fortuna, los ricos también lloran.
El psicólogo Daniel Kahneman distingue dos tipos de felicidad, la valorativa y la emocional. La felicidad valorativa es la que sentimos cuando hacemos balance de nuestra vida y nos sentimos satisfechos. En estudios realizados con personas que habían ganado la lotería se pudo comprobar que dicho premio aportaba una buena dosis de este tipo de felicidad. A pesar de que hubiesen pasado unos cuantos años, los ganadores se seguían sintiendo felices por su fortuna, y así lo afirmaban. Sin embargo, el otro tipo de felicidad, la emocional, es otro cantar. La felicidad emocional es la que sentimos cuando un día de verano echados en la arena de una playa el sol nos calienta, cuando vemos a nuestro hijo dar sus primeros pasos o cuando nos comemos un buen filete con patatas. Como se puede deducir, se trata de cosas sencillas que cualquier persona puede experimentar sin necesidad de ser inmensamente rico. Y aquí radica el quid de la cuestión, no todas las personas tienen la capacidad de sentir felicidad con esas pequeñas cosas. 

En el experimento realizado con los premiados en la lotería se pudo confirmar este punto, la felicidad emocional de estas personas apenas se vio incrementada con el dinero obtenido.
La felicidad del día a día, el sentirse ilusionado con pequeñas vivencias no es una capacidad que se pueda comprar con el dinero, se nace con ella y, quizás con mucho esfuerzo personal y una ardua mentalización, se pueda adquirir.
Para entenderlo mejor pongamos un ejemplo. Una persona premiada con la lotería se compra el jardín más hermoso de la Tierra, puede sentir la felicidad de poseerlo, pero eso no garantiza que pueda sentarse a la sombra de uno de sus árboles y disfrutar de ese momento; pasado el tiempo seguirá sintiendo el bienestar que le produce ser el afortunado propietario, sin que por ello la vida haya dejado de ser triste y monótona paseando por el hermoso jardín.
Para afinar más aún la percepción de felicidad que el dinero nos puede aportar, un estudio de Nature Human Behaviour cuantifica la cantidad de dinero necesaria para disfrutar ambos tipos de felicidad. A la felicidad valorativa llegamos cuando nuestros ingresos anuales rondan los 80.000 €, a partir de esa cantidad ya podemos decirnos eso de: “Estoy satisfecho con mi vida”. En cambio, para disfrutar de las pequeñas emociones que nos aporta estar vivo son necesarios entre 50.000 € y 65.000 €; como se trata de una capacidad intrínseca a la persona con este dinero es suficiente para ser feliz, si se tiene dicha capacidad de disfrute más dinero no va a aumentarla y, si no se tiene, da igual todo el dinero del mundo.
Así pues, para ser feliz se necesita un mínimo y, a partir de ahí, ya depende de la capacidad de disfrute de cada uno. Claro que para decir aquello de: “Tengo una buena vida” se necesita un poco más. Disfrutar de la vida y estar satisfecho con la vida que te ha tocado, dos cosas parecidas pero, a la vez, muy diferentes.