LA INTIMIDAD


En el programa de TV “Sálvame” invitan a diversas personas que a cambio de dinero cuentan sus intimidades. En ocasiones el tema es una posible novia o novio. Otras veces, supongo que a cambio de sumas mayores de dinero, el asunto a tratar es mucho más íntimo, como puede ser el tamaño de los genitales o la postura en la que mantenían relaciones sexuales. En el extremo opuesto están personas a las que sacan en los medios, en contra de su voluntad, aireando con quién salen, enfermedades que padecen, problemas maritales... Los asiduos a “Sálvame” son gente que no tiene nada que ofrecer como no sea su intimidad,  así que comercian con ella para obtener unos ingresos. Son algo así como los gitanos que hace años se paseaban por las calles con una cabra a la que hacían saltar, se ganaban la vida con la cabra puesto que no tenían otra cosa. La intimidad para algunos es lo mismo que esa cabra.
Entre los que salen en los medios en contra de su voluntad hay dos grupos, los que lo padecen porque creen que les están robando algo muy suyo, la intimidad, y los que lo sufren porque en algún momento han comerciado con sus asuntos personales y no soportan que alguien se lleve lo que consideran que les pertenece, el dinero en el que valoran sus cotidianidades.
Tenemos claro que la intimidad es algo por lo que a la gente les gusta rasgarse las vestiduras, y, aun así, es algo que se compra y se vende a diario. No nos extraña y además, nos divierte oír según que cosas, nos evade de nuestros problemas diarios y nos alegra el no llevar alguna que otra vida. El problema es que estamos tan acostumbrados a que otros aireen sus asuntos, que nos creemos con derecho a inmiscuirnos en vidas ajenas. No nos sorprende que en los noticiarios salgan personas muriéndose con la cámara a solo unos pasos de la escena. Vemos normal que algunas ONG nos pongan anuncios para recaudar dinero en los que niños se  mueren de hambre, ¿Alguien pregunta alguna vez a estos moribundos si desean salir en los medios? Acaso ¿alguien les paga por su imagen?, ¿Puede haber algo más íntimo que morirse? Nos reímos y lloramos con la intimidad ajena, ¿dónde está el límite?

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