IBA PARA ALEMANA...

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Los españoles no somos muy diferentes al resto de europeos en nuestro proceder cotidiano, al igual que ellos madrugamos, acudimos puntuales al trabajo, pagamos impuestos, cuidamos de nuestra familia y, además, nos divertimos mucho más en nuestro tiempo libre, porque somos más sociables y disfrutones por naturaleza. En lo que no nos parecemos a nuestros vecinos de Europa es en la eficiencia a la hora de trabajar. "Iba para alemana y me quedé en murciana"- me dice una compañera de trabajo, con el salero que tienen los del sur. Es una de esas gracias que son medio en broma medio en serio. En contra de la fama que tenemos, los españoles somos muy trabajadores, pero de nada sirve tanto trabajo dentro de organizaciones mal gestionadas que es con lo que nos encontramos la mayor parte de nosotros. "Un amigo vasco trabaja en una empresa de informática en la que no existen jefes, cada uno es responsable de su trabajo"- me asegura otra compañera. El que es productivo de por sí, mira con ojos anhelantes esos otros lugares en los que parece que sí han encontrado la manera de producir en un entorno amable y eficiente, con nuevos métodos de organización y con una gestión racional del tiempo de trabajo. Mientras tanto, la mayor parte de nosotros seguimos anclados en el siglo XX, con horas extras a dolor, jefes que sólo saben decir "esto es como lo digo yo por cojones", horarios que impiden conciliar la vida laboral y familiar, marginación de la mujer en los puestos de mando... Y es triste, porque como mi compañera, a mí me prepararon para ser alemana y me quedé en asturiana. De nada sirve que preparemos a nuestros jóvenes para el futuro si con lo que se van a encontrar al comenzar a trabajar es con una estructura arcaica, anclada en un pasado, que aplasta toda posibilidad de innovación que la juventud podría aportar a la organización. Salvo esos privilegiados que logren trabajar en un puñado de empresas, generalmente extranjeras, que están en nuestro país y han sabido evolucionar en su organización del trabajo, al resto de jóvenes españoles les espera la frustración que supone retroceder en el tiempo al cruzar la puerta de entrada al mundo laboral. Y allí, vigilados desde su despacho por un jefe que aún cree que dar ordenes es organizar el trabajo, verán como sus grandes ideas se marchitan, porque los que llevan las riendas de la empresa no se ha preocupado en entender que los tiempos han cambiado.