SOMOS UN NÚMERO

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A los presos en los campos de concentración se les tatuaba un número para identificarlos, lo cual ya nos da una idea de cómo se comienza a privar a una persona de su identidad. En la sociedad actual, todos nosotros somos un número, vivimos en la cultura de la evaluación como ha descrito el antropólogo David Graeber. Somos continuamente evaluados en todos los aspectos de nuestra vida. El primer número que se utiliza para definirnos es nuestra edad. Seguro que alguna vez ha caído en vuestras manos una revista del corazón que al lado de cada nombre pone su edad para que nadie se lleve a engaño. Vamos al médico y ya apenas te mira, te hace un montón de pruebas: analítica, electrocardiograma, medida de la tensión... y el resultado es que eres 200 de colesterol, 14-8 de tensión y, en definitiva tus problemas que empezaron siendo un dolor, un sarpullido... acaban siendo un número. En el colegio primero y mas tarde en la universidad eres un 6, un 8, un 4, etc. En España si quieres ser médico tienes que ser por lo menos un 12,5 en la prueba de acceso a la Universidad y si eres un 12,49 tu vocación ya se se va al traste. Por supuesto si quieres trabajar para la Administración tus méritos se reducirán a una puntuación. Si necesitas una beca o cualquier tipo de ayuda, tu renta (otro numero) decidirá si tienes o no derecho. Hasta el número de hijos que tienes delatará tu pertenencia a un grupo religioso determinado. Hay tanto que evaluar que la Administración se llena de empleados dispuestos a determinar cuál es tu número. Si se trata de un profesor no tendrá en cuenta tu imaginación o creatividad, te reducirá a un número. Si se trata de un médico no mirará el tono cetrino de tu piel, te adjudicará un número que verá reflejado en la pantalla de su ordenador, en alguna de las múltiples pruebas solicitadas. Si acudes al Ministerio de Hacienda serás tu renta. Si te diriges a la Seguridad Social serás tu base de cotización. Un político es el número de votos que obtiene en las elecciones. De ser un número no se libran ni los más ricos, el ranking de las grandes fortunas se encarga de poner un número a cada uno, el de los millones de su fortuna. Un actor es el número de películas que ha hecho, cuántas veces hemos visto empezar un reportaje diciendo: “Fulanito ha protagonizado más de 50 películas”, si han sido de pésima calidad da igual. Lo mismo sucede con los escritores, el número de libros que escriben es su tarjeta de visita. Un cocinero se conoce por el número de estrellas michelin. Un cantante recibe un disco de oro cuando ha vendido un numero determinado de discos. Números, números y más números, a eso nos vemos reducidos en esta sociedad obsesionada con evaluar todos y cada uno de los pasos que damos.  Se simplifica así nuestra existencia y nos convertimos en un dato estadístico más.
Nuestro actual presidente del gobierno, se ha apresurado a exponer su recorrido vital en una biografía para ser recordado por algo más que por ser el séptimo presidente del gobierno desde el establecimiento de la democracia, dato con el que se abre su perfil en wikipedia. Aunque puede ser que todo intento sea inútil si como dice un proverbio chino, “Un hombre puede poseer mil acres de tierra, pero duerme en una cama de dos metros”.