LA MESA


Acabo de leer que ha habido 300 muertos en el conteo de votos en las elecciones de Indonesia, quien no se consuela es porque no quiere, el domingo me tocó de vocal en una mesa electoral para las elecciones generales en España y estoy viva, de milagro. Muchos han sufrido en propia carne dicha experiencia y saben a lo que me refiero. Yo no había pasado todavía por semejante trance y los expertos me estaban poniendo la carne de gallina de solo pensar en pasar cuando menos 14 horas sentada en una mesa, según muchos me informaban muerta de aburrimiento.
Con la moral por los suelos ante la jornada que se me presentaba fui a las ocho de la mañana en punto al colegio electoral, el hecho de poner el despertador un domingo ya no es plato de gusto. Mi colegio electoral está ubicado en un polideportivo, en el que a esa hora de la mañana hacía un frío considerable, menos mal que estamos en abril, porque en diciembre fijo que alguno cogería una pulmonía. Hasta las nueve que se abría al público el colegio electoral nos intentamos familiarizar con el trabajo, porque  no es otra cosa que un trabajo a destajo y mal pagado en una jornada de más de doce hora que nos tocó en suerte. El presidente que era el que había asistido a la reunión informativa parecía pasar de todo aquel tinglado y ya me habían advertido que en ese caso mejor que me hiciese cargo de cubrir las actas porque si no nos daban allí las dos de la mañana. Eso es fácil de decir, pero nada más empezar no podía quitar la autoridad al presidente arrancándole los papeles de las manos, ya habría tiempo en un rato libre. A las nueve ya había votantes deseosos que se acercaron a la mesa. En la mesa éramos tres: el presidente y dos vocales, también había una interventora. El votante llega, el presidente le pide el carné de identidad y lee su nombre en voz alta, un vocal busca en un listado su número del censo y el otro vocal escribe en una lista dicho número junto a su nombre. Personalmente este procedimiento me parece antediluviano, si Steve Jobs o Bill Gates nos viesen en semejante tesitura creo que pensarían para qué demonios han malgastado su tiempo. El procedimiento en sí requiere atención y lo que iba a ser un aburrimiento se convirtió en doce horas de ni siquiera poder ir al baño o a comer con tranquilidad. El miedo de unos y la ilusión de otros por un cambio hicieron que masivamente los votantes acudiesen a las urnas, lo que redundó en largas colas, especialmente en nuestra mesa donde el presidente no se daba prisa alguna y tenía en todo momento un chascarrillo preparado según el votante. Los jóvenes que votaban por primera vez venían con padres y amigos que les hacían fotos. Muchos padres y madres venían con sus retoños y querían que estos metiesen el voto como si de un juego se tratara, a lo que el presidente se negó desde un principio. Un anciano en vez de su carné de identidad entregó la tarjeta de Alimerka con el consiguiente cachondeo del presidente, el señor se enfadó y la policía lo llevó a casa a buscar el d.n.i. Otra señora entregó una tarjeta de crédito, a lo que el presidente le indicó que le diese también el pin y la señora no entendía lo que pasaba. Así entre anécdotas y momentos divertidos pasó la jornada mucho más rápido de lo que yo esperaba. Al vivir en un pueblo conocía prácticamente a todos los que votaban, algunos hacía años que no los veía, otros se compadecían por mi mala suerte y una amiga de mi hermana me envidiaba por mi gran fortuna. Como digo las ocho de la tarde llegaron en un santiamén y ahí empezó el recuento de votos. Llegado ese momento ya empezábamos a notar el cansancio, ahora sí el presidente soltó todas las actas que otros presidentes ya habían rellenado en casa y yo me puse a cubrir una y otra vez los mismos datos en un montón de formularios que parecen lo mismo pero no lo son, esa burocracia absurda que nos acompaña allá donde vamos. Mientras yo hacía todo ese papeleo, la interventora del partido y una enviada de la administración ayudaban al recuento. El recuento de los votos al Congreso es rápido, pero el senado tiene papeletas que se puede escoger a los senadores y eso cuando ya estás harto de estar allí encerrado, con los ojos como escarpias de tanto número, se te hace cuesta arriba. Los de las mesas vecinas empezaban a irse, que el presidente haya hecho su función es vital para volver pronto a casa. Los apoderados de los partidos quieren todas las actas y también tienen prisa por marchar. En fin, una jornada que puede ser amena, pero que también es agotadora y no está bien pagada, al final de la mañana nos dieron el sobre con 65 €, dado que estuvimos allí trabajando de lo lindo durante 15 horas, sale a unos 4€/hora, sin tiempo ni siquiera para comer.
Espero que esto sirva de información para los sufridores del día 26 de mayo (elecciones municipales, europeas y autonómicas), que deberán bregar con tres urnas nada menos. Lleven agua porque ni siquiera te dan un botellín, por si no pueden ir a comer lleven un bocadillo, ropa cómoda, las gafas de ver, y vayan sacando la cita para el fisio al día siguiente porque tantas horas escribiendo, sentado en sillas de colegio y sin tiempo para estirar las piernas te deja la espalda echa polvo, para eso deben ser los 65 € que te dan.

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