ESPAÑA VA BIEN

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Pago a una compañía de transportes para que me venga a buscar un paquete y después de 20 días sigo esperando. Voy de rebajas, me venden un jersey con la alarma puesta, cuando suena al salir de la tienda me dicen que no me preocupe; ahora tengo que recorrer 30 km si quiero que me quiten la alarma. Llega final de año, en mi empresa queremos cerrar el ejercicio y me dedico a llamar a los proveedores rogándoles que me envíen las facturas para así poder pagarles. Algunos son grandes empresas para los que 3.000 €, que es la cuantía de la factura, no les suponga gran cosa, pero otros son pequeños comerciantes y para estos sí que debería ser importante cobrar cuanto antes. De esto han pasado dos meses y sigo esperando, las facturas no llegan. Las empresas van mal y tienen que cerrar, no me extraña. España va bien, o va simplemente. No creo que yo viva una realidad diferente al resto de españoles, este es el día a día de todos nosotros, eso sí, tenemos más paciencia que un santo. Con la compañía de transportes mantengo una charla para besugos todos los días, ellos me dicen que han pasado por mi casa y yo les contesto que aquí no ha picado nadie. ¿Por qué trabajamos tan mal? Los funcionarios son los que tienen la fama de no ser precisamente eficientes, pero la empresa privada en España no se queda atrás. Lo curioso es que en mi trabajo algunas de las empresas con las que me relaciono y que peor trabajan son grandes multinacionales que no sólo desarrollan su labor aquí, supongo que tendrán una central en Alemania u otro país de esos que suponemos eficientes. ¿Somos allí el hazmereír? Estamos hablando de dinero. Esta manera negligente de trabajar supone perdida de dinero a la empresa, no creo que se pueda tratar a la ligera. Somos los que más horas trabajamos de entre los europeos. No se trata de pereza, es dejadez, falta de rigor, organizaciones obsoletas, gestión de los recursos ineficiente y sobre todo ¿quién está al frente? Va a ser que los que están trabajando son los necios, eso sí, con una buena recomendación. Lo que observamos entre la clase política, por desgracia, también pasa en la empresa privada. Tenemos a los capaces e inteligentes en el paro y trabajando, incluso en puestos de gestión, a cualquier mindungui con un conocido. Algo falla, es evidente. Una conocida que tiene una pequeña empresa dejó que una amiga le llevase las cuentas, el resultado fue una multa de hacienda de muchos miles de euros. Los amigos están bien para ir a tomar algo y charlar, si quieres hacer bien las cosas tienes que contratar al mejor. De esto mismo se quejaba en una entrevista el Director de Hospitales de la Comunidad de Madrid, pedía que se pagase más al mejor y, ¿cómo sabe usted quien es el mejor? - le preguntó el periodista- Porque es el paciente el que debería elegir al médico, respondió. En España somos mucho de “café para todos” y eso no funciona. El que trabaja bien debe ser recompensado y el que es normalito o se esfuerza más (no me refiero a echar más horas) o se debe conformar con una porción más pequeña del pastel, es decir, con menor responsabilidad y un menor salario. Y, por desgracia, no estoy hablando de casos concretos, este mal es tan generalizado que las medidas para una gestión eficiente de los centros de trabajo deberían ser objeto de una Ley Orgánica, cuyo incumplimiento debería sancionarse severamente. Si esto no sucede, yo voy a tener que cambiar de país.