El Rey, el rey

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El rey por lo que se ve no era lo que parecía. Después de todos los años que lleva entre nosotros, viéndolo en actos oficiales, en sus vacaciones, etc. y resulta que el “campechano” era un “Maquiavelo”. La cosa ha tenido fácil solución, se ha ido de España y el problema se ha terminado.
Para quienes quieran creer que los hechos han sido así, no hay más qué decir, pero si a alguien le resulta todo esto que, de repente, se ha descubierto, cuando menos un poco sorprendente, sí se pueden hacer unas cuantas puntualizaciones. En los años noventa cayó en mis manos un Vanity Fair inglés con un reportaje sobre el rey Juan Carlos, en él se hablaba de las múltiples amantes que tenía y de una posible hija secreta con su amante mallorquina, entre otras cosas. Me quedé muy sorprendida ante tales revelaciones, cómo podía ser que fuera de nuestro país tuviesen semejante información de la que en España no se oía ni siquiera un comentario. No podía tratarse de simples invenciones porque el artículo se veía que estaba ampliamente documentado, y no creo que una revista seria con reportajes rigurosos como es Vanity Fair se entretenga en inventarse todo un conjunto de datos escabrosos. Si a esto unimos que toda una lista de amigos íntimos del rey (De la Rosa, Colón de Carbajal, Conde…) así como su propio yerno, Urdangarín, acabaron en la cárcel por delitos financieros, no nos resulta difícil intuir que lo del Rey era sabido por muchos y ocultado por todos. Políticos, periodistas, diplomáticos, abogados, banqueros…, la lista de personas que rodeaban al rey y conocían sus idas y venidas es interminable. El resto de nosotros veíamos lo que nos enseñaban de nuestro Rey, porque todos estos personajes tenían un interés directo o indirecto en que estuviésemos conformes con el monarca que nos tocó. Hay que tener en cuenta que durante la crisis que se inició en 2008, la casa real tuvo que reducir costes y por esa época se publicó que tenían en nómina a más de 1000 personas. Todos sabemos cómo funciona esto, a ninguno de los cercanos al Rey le interesaba matar a la gallina de los huevos de oro. Muchos de los que hoy se rasgan las vestiduras criticando el comportamiento de su majestad, estaban entonces al día de sus fechorías y callaban por interés particular, si eran de un partido político porque el Rey proporcionaba estabilidad y no se metía en las fechorías del partido, y si eras periodista porque no abundan los empleos en un periódico como para andar jugándotela y, en ambos casos, porque es fácil que un familiar o amigo estuviese trabajando a su vez para la casa real.
Al final, la cosa se les fue de las manos. Todos veían normal que un Rey tuviese amantes e hijos ilegítimos, o que tuviese amigos ladrones que le daban alguna propinilla por hacerse una foto a su lado. Nadie tuvo en cuenta la personalidad irresponsable, que nunca escondió, y de la que hablaban ampliamente en el reportaje inglés de Vanity Fair, en el que contaban sus salidas en moto burlando a sus escoltas o su afición a pilotar helicópteros en condiciones adversas.
Por supuesto que el responsable de sus malas decisiones fue Juan Carlos, pero hay que ser justo y reconocer que el entorno del Rey se esforzó mucho en tapar sus correrías, al igual que se esfuerzan ahora para hacernos creer que no sabían nada. La mejor prueba de que sí lo sabían la tuvimos cuando a raíz del asunto de la cacería de elefantes nos enteramos de que la reina no vivía desde hace años en España, sino en Londres. Con todo lo que sabemos ahora, es quizás ese hecho el que mejor nos retrata como país, nuestra Reina no vive en él y ni lo sabíamos.