LA PRIMERA NOCHE

Duna nunca había vivido en una casa. En cuanto vio la mesa de cristal del salón se subió de un salto, veinticinco kilos de peso se elevaron sobre sus patas traseras sin apenas esfuerzo. Observar la agilidad de un animal te acompleja, ¡qué torpes somos los humanos! No fue difícil enseñarle lo que se puede y lo que no se puede hacer, un perro adoptado está ávido por saber qué es lo que tiene que hacer para que lo adores. Hay quién pensó que dado que nunca habíamos tenido perro el capricho de la adopción duraría apenas unas semanas. Adoptar a Duna era lo mejor que habíamos hecho en años, lo supimos la primera noche. Le indicamos cual era su cama, durante sus dos años de vida había dormido sobre el suelo de cemento de una jaula, ese día se enroscó sobre mullido y se quedó dormida. A eso de las dos de la mañana la oímos que venía hacia nuestra habitación, se dio una vuelta y se fue. He de reconocer que los primeros días con un perro en casa estás un poco inquieto, vigilando sus movimientos, sin embargo, eso pasa pronto y llega un momento en el que ni siquiera notas su presencia. Cuando nos despertamos la primera mañana con Duna en casa y fuimos a ver que hacía, ésta dormía plácidamente sobre nuestras zapatillas. Su incursión nocturna había tenido lugar para coger una zapatilla de mi marido y otra mía. Acurrucada sobre nuestras zapatillas pasó su primera noche. Ya no había nada que hiciese nuestra perrita que pudiese sacarla de nuestras vidas.
Es verdad que hubo momentos difíciles, como cuando después de dos semanas de salir sin problema a la calle, decidió que ya no había nada que le hiciese abandonar su hogar. Era capaz de aguantar sin hacer sus necesidades veinticuatro horas con tal de no salir. Costó convencerla, pero con chuches y cariño lo conseguimos. Una de mis hijas no era del todo partidaria de tener perro en casa, decía ser más de gatos, hoy es la persona más entregada a un perro que conozco, cada media hora deja sus estudios y sale a achuchar a Duna que gruñe de placer.  Mi marido tampoco era mucho de perros, le gustaba practicar deporte los fines de semana, ahora su fin de semana comienza yendo a caminar con Duna por la playa o la montaña, siempre vuelve con alguna aventura que contar: que si Duna le ladró a un individuo que a él le cae mal, que si corre más que ningún otro perro, que si hizo amistad con otra perrita… Duna vuelve agotada, come y se mete en su cama hasta el mediodía. Por cierto, su cama ya no le queda pequeña, en casa todos tenemos colchón visco elástico y ella no podía ser menos. Nos gusta hacer feliz a Duna porque ella nos hace muy felices a nosotros.

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