¿CUÁNTO TRABAJO?

                                        

Si vives en España, la respuesta a esta pregunta es fácil:  DEMASIADO.  Basta observar nuestro entorno para saber que el horario de ocho a tres lo disfrutan cuatro privilegiados.  La norma es entrar pronto y quedarse hasta después de las siete.  En la mayoría de las casos estas horas que se hacen de más no son consideradas horas extras y no son retribuidas.  Está bien visto permanecer horas y horas en el centro de trabajo.  Y digo permanecer porque si se trabaja o no es lo de menos.  El ser productivo no es un concepto con el que estemos familiarizados en este país.  La reflexión que hacía en una entrevista  Ignacio Buqueras (Reus, 1942) presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles y su Normalización es que se debería enseñar en las escuelas “el valor del tiempo” .  Esto que parece obvio no lo es tanto, pues dejamos correr el reloj sin tener en cuenta que una actividad normal es la que incluye:  8 horas de sueño-8 horas de trabajo-8 horas de ocio.  Todo el tiempo que pasamos en el trabajo se lo estamos quitando a las otras dos actividades.

El hablar sobre el tiempo de trabajo me hace recordar un viaje que hice no hace mucho a Ámsterdam.  El grupo de amigos que íbamos, como buenos españoles, nos levantábamos temprano (a las 8) y salíamos a la calle dispuestos a ver museos y todas la atracciones que hay en la ciudad.  Pues bien, teníamos que hacer tiempo paseando, pues los museos y atracciones no abrían hasta las diez y media u once.  En estos paseos observábamos la rutina de la ciudad, cosa que no resulta difícil en Ámsterdam porque las casas no tienen cortinas en las ventanas. Y lo que veíamos era a los holandeses desayunando tranquilamente en sus casas a las diez de la mañana.  Para hacer las visitas teníamos poco tiempo, porque a las cinco o seis cerraban los museos.  Si queríamos ir de compras después de las visitas era imposible, ningún centro comercial estaba abierto después de las seis (y la mayoría cerraban a las cinco y media).  Durante la semana, por las noches, las terrazas de los cafés estaban abarrotadas de gente.  La conclusión que saqué de este viaje a Ámsterdam fue que, como decía mi abuela, unos llevan la fama y otros cardan la lana.  Los holandeses trabajan muchas menos horas que nosotros.  Aprovechando que una amiga economista está casada con un holandés, le pregunté cuál era el motivo de esta holganza.  Según me explicó mi amiga, los holandeses han ido acumulando una eficiencia en el trabajo a lo largo de los años que nosotros no tenemos.  Y yo me pregunto: si los españoles llevamos trabajando de sol a sol desde hace siglos ¿cómo es que no tenemos de eso?  La respuesta no la sé, pero quienes sean los responsables se han lucido. 

Los españoles nos hemos ido ganando la fama de vagos injustamente.  Pero, con todo, no es esto lo que más me fastidia.  Lo que más me fastidia es la consecuencia.  Mi marido trabaja en una de tantas empresas españolas  en las que estar de ocho de la mañana a ocho de la noche es lo normal.  Yo trabajo de funcionaria, y ante la crisis, una de las soluciones para hacernos trabajar es que debemos quedarnos más horas en la oficina (¿?).  En España los comercios cada vez abren más horas, incluidos los fines de semana  y festivos.  Con estas costumbres y esta mentalidad sobre horarios, productividad, eficiencia, etc. no vamos a acercarnos a lo que yo vi en Holanda en la vida.


No es mientras trabajas en la oficina sino mientras estás tendido en la arena, cuando tu alma pronuncia:  "La vida es hermosa".  Lin Yutang.




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