El estrés en la oficina

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Las exigencias de una sociedad más competitiva nos lleva a tener que aceptar más responsabilidades de las que podemos cumplir.  Sin embargo, el precio que pagamos por asumir retos inalcanzables es muy alto.
En 1936 el Dr. Hans Seyle de la Universidad de Montreal agrega a la terminología médica la palabra estrés como la "respuesta no específica del organismo a cualquier pedido".  En otras palabras, el estrés sería el estado de alerta en el que se sitúa nuestro organismo ante todo estímulo, emoción o percepción.   Podemos resumir que el estrés es la respuesta del organismo para adaptarse a una nueva situación.

El estrés pasa por varias etapas:

- Primera etapa de alarma:  el cuerpo reconoce el estrés y se prepara para la acción, ya sea de agresión o de fuga. Las glándulas endocrinas liberan hormonas que aumentan los latidos del corazón y el ritmo respiratorio, elevan el nivel de azúcar en la sangre, incrementan la transpiración, dilatan las pupilas y hacen más lenta la digestión.

- Segunda etapa de resistencia:  el cuerpo repara cualquier daño causado por la reacción de alarma.  Sin embargo, si el estrés continúa, el cuerpo permanece alerta y no puede reparar los daños.

- Tercera etapa de agotamiento:  si continúa la resistencia se inicia esta etapa cuya consecuencia puede ser  alteraciones producidas por el estrés.  La exposición prolongada al estrés agota las reservas de energía del cuerpo y puede llevar en situaciones muy extremas incluso a la muerte.

El verdadero problema surge cuando el cuerpo está preparado para enfrentarse al peligro pero no puede hacerlo. Quedar atrapado en un atasco de tráfico, por ejemplo, puede hacer que el cuerpo se prepare para una respuesta de agresión o fuga, pero cuando no se puede tomar ninguna acción, los sistemas corporales permanecen hiperactivos. La repetición de experiencias similares de naturaleza frustrante puede crear estados tales como la hipertensión.

El estrés tiene unos efectos negativos sobre nuestro organismo, que se pueden resumir en los siguientes aspectos:

- Alteraciones digestivas:  las úlceras pépticas y dolencias inflamatorias del colon y el intestino, tales como la colitis ulcerosa y la enteritis local.

- Alteraciones respiratorias:  la más común de ellas es el ataque de asma que se caracteriza por respiración dificultosa, jadeos y la sensación de asfixia.

- Otras:  acción negativa sobre el sistema inmunológico, ciertos tipos de jaqueca, dolor de cara o espalda, estrés premenstrual, empeoramiento de las enfermedades coronarias en personas proclives a ellas, hipertensión, empeoramiento de trastornos de la piel (picores, cosquilleo, sarpullido o granos).

El estrés es una respuesta de adaptación que nos prepara para responder ante una demanda del entorno y que no tiene por qué ser necesariamente negativa.  Dicho de otro modo, el estrés no siempre es perjudicial para nuestro organismo, sino que también puede ser beneficioso bajo una exposición moderada, porque nos mantiene en estado de alerta para poder responder a las demandas de nuestro entorno (laboral, familiar, social, académico, etc.).

El tratamiento de las alteraciones producidas por el estrés se limita a veces a aliviar el síntoma físico concreto. Por ejemplo, la hipertensión se puede controlar con fármacos.  Los tratamientos psicológicos van dirigidos a ayudar a la persona a solucionar la causa del estrés o bien a enfrentarse a ella de una manera más eficaz.  A menudo se recomienda la combinación de tratamientos físicos y psicológicos.

Las medidas preventivas que se pueden tomar a nivel del centro de trabajo se refieren a causas relacionadas con la tarea y con la organización del trabajo, sin profundizar en otros generadores de estrés. Conviene destacar que las intervenciones planteadas son cambios sencillos que afectan a la organización del trabajo y que el éxito de su implantación depende, en gran medida, de la iniciativa, la participación y el compromiso de todos los integrantes de la empresa:

1. Facilitar una descripción clara del trabajo que hay que realizar, de los medios materiales de que se dispone y de las responsabilidades.

 2. Asegurarse de que las tareas sean compatibles con las capacidades y los recursos de los individuos y proporcionar la formación necesaria para realizarlas de forma competente, tanto al inicio del trabajo como cuando se produzcan cambios.

3. Tanto un exceso de trabajo como la poca actividad pueden convertirse en fuentes de estrés.

4. Establecer rotación de tareas y funciones en actividades monótonas de ciertos trabajos administrativos e informáticos repetitivos, etc.

5. Favorecer iniciativas de los individuos en cuanto al control y el modo de ejercer su actividad: forma de realizarla, calidad de los resultados, cómo solucionar problemas, tiempos de descanso, elección de turnos, etc.

6. Explicar la función que tiene el trabajo de cada individuo en relación con toda la organización, de modo que se valore su importancia dentro de la actividad de la empresa.

7. Diseñar horarios laborales que no entren en conflicto con las responsabilidades no relacionadas con el trabajo (vida social).

8. Evitar ambigüedades en cuestiones como la duración del contrato de trabajo y el desarrollo de la promoción profesional

9. Fomentar la participación y la comunicación en la empresa a través de:  charlas de trabajo, instrucciones de trabajo escritas, tablón de anuncios, buzón de sugerencias, periódico de la empresa, reuniones del Comité de Empresa, Comité de Seguridad y Salud, etc.