¿DÓNDE ESTÁN ESOS VIEJECITOS Y VIEJECITAS ADORABLES?

                         
Salgo de casa con prisa para coger el autobús, cuando llego a la parada ya está esperando a que suba una señora de unos ochenta años, entro detrás de ella y cuando avanzamos por el pasillo, aún con el vehículo parado, la señora tropieza con su muleta y se cae. Yo me agacho a ayudarla mientras la conductora gira la cabeza para preguntar si se ha hecho daño. La anciana grita como un basilisco que la culpa es de la conductora que ha arrancado sin esperar a que se siente, yo la intento tranquilizar indicándole que todavía estamos parados, a lo que la señora grita a la conductora: “Mejor estabas en casa y dejabas el puesto a un hombre”. Los que estamos alrededor nos quedamos petrificados ante tal exabrupto. Entre todo el lío que se ha montado, llego tarde al centro de salud, voy corriendo hacia el mostrador a preguntar si ya me han llamado y delante de mí un hombre de unos 75 años levanta su paraguas amenazador porque no le pueden dar cita para el día que él quiere. ¡Cómo está la gente esta mañana!, me pregunto si habrá luna llena. Tras salir del médico me dirijo a la farmacia a comprar unas pastillas que me han recetado. En la farmacia hay cola de espera y están a punto de cerrar, me pongo la última y al poco un señor mayor entra y se abre paso a codazos para saltarse la cola, va diciendo por lo bajo que sólo necesita una cosa. La joven que atiende le indica que tiene que esperar su turno y el hombre vuelve para atrás de mala gana murmurando: “Esta juventud no respeta a los mayores, no tiene educación”.

KEN ROBINSON

Vamos a hablar de educación, ese ámbito en el que nuestros hijos deberían de desarrollar sus capacidades y que, en cambio, parece diseñado para obstaculizar sus aptitudes.  Existe en España una fundación que busca opciones para menores marginados, Meridianos,  que tuvo en su nómina al especialista en educación y asesor de gobiernos Ken Robinson.  Este hombre da conferencias a cambio de importantes sumas de dinero en las que dice cosas tan interesantes como las siguientes:

"Los niños nacen con cualidades que, a menudo el sistema entierra".  
Esta afirmación en España es un hecho.  Pocas veces, por no decir casi nunca, se oye a alguna persona que ha conseguido desarrollar su talento gracias a un profesor.  Por lo general son unos padres entregados los que consiguen, a pesar del sistema, sacar a la luz las habilidades de sus hijos.

"Los humanos tenemos un cuerpo y nuestra relación con él es fundamental para nuestro bienestar".
Los adolescentes de hoy en día, a pesar de vivir un momento en el que el deporte llega a todos los hogares, maltratan su cuerpo con el tabaco, el alcohol, las drogas y la comida basura.  Por ello este gurú de la educación augura que probablemente muchos de estos jóvenes vivan menos que sus padres.

"Se extienden por el mundo los sistemas educativos basados en la proliferación de exámenes estandarizados".  
Que España es uno de esos países ni se cuestiona.

"Defiendo un modelo de aprendizaje basado en proyectos, donde el alumno aprende a través de casos reales".
 La idea probablemente sea buena si no fuese porque la implantación de un modelo así requiere de profesores preparados y no lo que abunda en España, personas que como cualquiera que pasea por la calle y no encuentra otro trabajo se dedica a la docencia.

 "A los alumnos que no se adaptan al sistema educativo se les responsabiliza de su fracaso".
El que un alumno entre en situación de fracaso escolar es mucho más fácil de lo que creemos.  No tiene nada que ver con su inteligencia.  Puede deberse a multitud de factores que, llegado el momento, irrumpen en su vida y le impiden concentrarse.  Hay muchos profesores que creen que lo único que interesa a estos alumnos es fastidiarles o pasar de ellos y no llegan ni a plantearse la necesidad de motivar y de extraer el talento.  

"Las escuelas son cadenas de producción industrial".
 Una vez que aparece la situación que lleva a nuestros hijos al fracaso escolar, esta producción en serie no facilita la vuelta del alumno o alumna a la cadena de producción.  

"En los buenos colegios hay profesores estupendos que son capaces de rescatar niños al borde del abismo y encauzarlos".
 Esta afirmación es la base de todos los problemas con la educación en nuestro país.

"Algunos comienzan a pensar que no sea imprescindible ir a la universidad, aunque de momento, los titulados consiguen rentas mayores que el promedio".  
Este tema es recurrente en charlas que tengo con otros universitarios.  Llama la atención que personas que han ido a la universidad resultan sumamente ignorantes, conocen de aquello sobre lo que les han examinado, pero su desconocimiento del mundo que les rodea hace de ellos unos auténticos ceporros.  Lo cierto es que para desarrollar con éxito cualquier trabajo se necesita tomar decisiones para las que no basta estudiar una carrera.  De ahí que incluso personas sin estudios puedan tener más intereses, cultura y sentido común que muchos universitarios.

"Tuve que sacar a mi hija Kate del centro a los 16 años y la educamos en casa, hoy (con 26 años) tiene un puesto directivo en educación en el Gobierno finlandés."
 Llegado este punto tengo que decir que seguramente este experto en educación nunca llegue a analizar el fenómeno por el cual todo aquel que está bien situado económica y socialmente tiene una gran facilidad para colocar a sus hijos en buenos puestos de trabajo.  Este asunto basado en la injusticia social también impide el reconocimiento del talento de los peor situados.  A los “hijos de” se les coloca a temprana edad en puestos para los que otros, incluso más capaces pero sin relaciones, sólo podrán acceder tras años de duro trabajo y con mucha suerte.  Pero esa es otra historia. 

¡VIVA LA DIFERENCIA!

                                    

Todos los años por Nochevieja me reúno con un grupo de amigos antes de cenar para tomar la última copa del año. Durante la reunión hay un momento en el que alguien recuerda que hay que hacerse la ultima foto del año juntos. A mi personalmente las fotos de posado no me gustan en absoluto, probablemente porque salgo endiabladamente mal, o lo que yo pienso que es salir mal y alguno ha definido como “ser así”. Otros años es cierto que me suelo poner un vestido para la ocasión, pero este año iba con vaqueros y se armó un pequeño revuelo. Parece ser que todos debíamos lucir elegantes o, por lo menos, igual de elegantes.

La diferencia nunca ha estado bien vista y en nuestra sociedad actual las cosas no han mejorado. Todos debemos vestir de igual modo y de eso se ha ocupado la firma de Amancio Ortega, Inditex. En sus tiendas hay ropa para las distintas edades, por supuesto que no estaría bien visto que una niña de quince vista igual que una señora de cuarenta, ahora bien, si tienes quince años debes llevar lo que llevan todas tus amigas. Yo he llegado a acostumbrarme, pero cuando mis hijas, ya desde pequeñas, se empeñaban en que les comprase el mismo pantalón o jersey que llevaba una amiga, solía decirles : Si te lo compro las dos iréis iguales, a lo que ellas se encogían de hombros. Cuando yo tenía esa edad coincidir con el jersey de una amiga suponía dejarlo en casa y no volver a ponerlo. Algo parecido pasa con el pelo, ahora chicos y chicas llevan el peinado idéntico. Si miro una foto de mi grupo del colegio había todo tipo de peinados: corto, largo, rizado, liso, con flequillo... El pelo se suele decir que es el 80% de una persona y por eso me resulta imposible identificar a mis hijas cuando voy por la calle, me las cruzo unas cien veces antes de darme cuenta de que no son ellas.

Pero no solo la española Inditex ha sabido sacar provecho a esta uniformidad en boga. La sueca IKEA ha hecho otro tanto en cuanto al mobiliario de las casas. Ya se lo que dirán los que me conocen, que echo piedras sobre mi propio tejado, y es que desde que existe IKEA, soy un poco más feliz. En IKEA puedes conseguir diseño a un precio razonable, es la democratización del buen gusto. Lo que antes sólo podían disfrutar unos pocos debido a su elevado precio, ahora lo puede tener cualquiera en su casa. Es cierto que la calidad no es la mejor, pero ¡qué más da!, si se estropea o se rompe es una buena excusa para volver a a la tienda y echar un vistazo a las novedades. Como consecuencia todos tenemos los mismos muebles en casa. Aquellos muebles de castaño que te hacía el carpintero y que duraban toda la vida ya no los quiere nadie. Se terminaron los muebles hechos a la medida, ahora coges una cinta métrica y te vas a IKEA a ver cuál es el que mejor te encaja.

Si antaño veíamos a trabajadores comunistas con un mono idéntico o a los niños de los colegios católicos con su uniforme nos recorría por el cuerpo una ligera sensación de estar viendo los resultados de un lavado de cerebro. Para mí, ir al colegio con mi ropa o mi peinado diferente era sensación de libertad de expresión. Hoy en día que se supone que han aumentado las libertades en nuestras sociedades democráticas, somos nosotros mismos los que nos empeñamos en acabar con la diferencia, en ser unos réplica de los otros. Y no sólo eso, la gente joven es ahora más intolerante que en el siglo pasado, momento en el que las libertades aumentaron gracias a la lucha de los que pensaban que no todos debíamos seguir las pautas de comportamiento establecidas por los poderosos: LOS BEATLES se dejaron el pelo largo, ELVIS comenzó a menear la cintura, HUGH HEFNER publicó una revista en la que se hablaba explicitamente de sexo... Su lucha nos sirvió al resto para conocer que había otras formas de ver el mundo. Hoy en día el incremento del acoso escolar se encarga de recordarnos que al diferente se le identifica ya a temprana edad y se le margina para que todos seamos iguales.

ALGO APESTA EN LA UNIVERSIDAD

                                           

 

Cada año sale el ranking de las mejores Universidades del mundo y de las españolas no entra una. Resulta frustrante pensar que si vives en España no puedes llevar a tu hijo a estudiar ni a una sola buena Universidad. Seguramente hay muchos motivos para la ausencia de calidad de la enseñanza de nuestras Universidades, pero uno de ellos está muy claro y vamos a verlo con un caso concreto.
Erase una vez una Universidad en la ciudad de Oviedo en cuya facultad de Geología, en el departamento de Estratigrafía, daba clase un profesor llamado Germán Flor. Este profesor tenía un hijo llamado Germanín, muy querido por todos, al que su padre le puso un despacho al lado del suyo para que le echase una mano en los trabajillos que iban surgiendo en el departamento. Así estuvieron padre e hijo durante 18 años, hasta que un buen día decidieron que era el momento de que la Universidad le pagase un sueldo, que para algo había estado allí todo ese tiempo. Y muy ufanos se pusieron a escribir correos electrónicos al resto de profesores para que apoyasen su petición. Al Vicerrectorado le pareció de perlas y convocó una plaza de Profesor Ayudante Doctor lo que suponía pagarle a Germanín unos 34.000 € anuales. Y todos muy contentos por las perspectivas que se presentaban de que Germanín ganase un sueldo y siguiese ocupando el despacho, que sin vinculación laboral con la Universidad había habitado durante tantos años, se reunió a la Comisión que había de darle por fin la plaza. He aquí que aparecieron otros nueve candidatos, cinco mejores que Germanín y, especialmente, Emma Quijada, que tenía un curriculum apabullante. A la Comisión no le quedó más remedio que dar la plaza a la forastera que venía de la Universidad Complutense, ¡Dios mío!, con mejor expediente. La afrenta fue terrible y Germanín y su padre reclamaron ante el Consejo de Gobierno de la Universidad que aceptó sin dudar las reclamaciones por semejante intrusión (Según datos del CSIC el 90% de las plazas de profesores universitarios se conceden a un único candidato propuesto por la Universidad pertinente, que a su vez es un alumno que ya está trabajando en ella). Los argumentos de los dos geólogos para reclamar la plaza que vilmente les habían arrebatado eran de peso, a saber:

a) Existía una conspiración para echarlos de la Universidad (el padre estaba próximo a la edad de jubilación).

b) Germanín lo estaba pasando fatal (según sus propias palabras).

c) La esposa de Germanín había tenido un aborto “fuerte” (presentó los partes médicos que lo certificaban).

d) “Soy conocido en el mundillo de la Universidad” (de nuevo palabras textuales).

e) Germán padre había sufrido un “daño irreparable”.

Es curioso, pero al expediente no había ni una sola alusión. Así pues, el Vicerrectorado repite cuatro veces la adjudicación de la plaza, incluso cambiando el baremo para favorecer a su candidato, y nada, las cuatro veces es la persona con mejor curriculum la que se alza con el triunfo (en España esto resulta algo insólito). Mientras tanto, padre e hijo andan a gritos e insultos cuando encuentran a un miembro de la Ccomisión por los pasillos. Incluso han llegado a denunciar a los miembros de la Comisión de Selección (que no son siempre los mismos) por una falta grave al no obedecer los designios de sus superiores. Esto no ha terminado, la última vez que Emma por cuarta vez ha obtenido la plaza ha sido en febrero de 2018 y también en esta ocasión hay un reclamación en curso. Y todavía alguien se extraña de que nuestras Universidades estén al final de la cola de todas las Universidades del mundo.

 

GESTIONAR EMOCIONES

                                                                      

Cuando tenía 10 años se me ocurrió publicar un periódico para mis compañeros de clase. En casa grapaba media docena de hojas y en cada una pegaba una foto, un artículo, una viñeta... cualquier cosa que me llamase la atención.  En la portada ponía un dibujo hecho por mí, aunque tengo que reconocer que la pintura nunca ha sido uno de mis puntos fuertes. Decidir el título de la publicación me llevó algún tiempo, y al final me decanté por “La patata gorda”, me pareció sonoro y que podía llamar la atención sobre mi periódico.  Como se puede deducir sólo existía un ejemplar de la publicación que rodaba por el aula de mano en mano.  Esto sucedió durante apenas dos semanas, porque en una de estas el ejemplar cayó en manos de una de mis compañeras, que estaba un poco obesa, y que se chivó a la profesora de que yo me estaba burlando de ella llamándola patata gorda.  Me cayó una reprimenda de órdago de la Directora del colegio y ahí terminó mi etapa periodística. 
Esta semana entrevistan a la psicóloga que supervisa al Fútbol Club Barcelona, Inma Puig.  Esta mujer está acostumbrada a tratar con motivaciones, frustraciones y desencuentros entre deportistas de élite y otro tipo de trabajadores.  Me llaman la atención dos anécdotas que cuenta, y que nos da una idea de lo complicado que es conseguir una meta en la vida.  Especialmente cuando eres joven, si no encuentras el reconocimiento y el apoyo necesarios, la tarea de conseguir un objetivo, por mucho que lo desees, se convierte en imposible. 
La primera anécdota se refiere a dos jóvenes promesas del fútbol. Su entrenador tuvo en un momento dado que escoger a cuál de ellos pasar al primer equipo y, siendo los dos igual de buenos, el elegido se convirtió en una estrella y el otro dejó el fútbol al año siguiente.  Como todos podemos entender, existe más de una ocasión en la que un futbolista puede pasar de la cantera al primer equipo.  No se trata de que hubiese una única oportunidad en la vida.  Si el muchacho que no accedió en esa ocasión hubiese seguido jugando con ilusión podría haber ascendido otro año, pero la cuestión es que no fue así.  Por desgracia no basta con ser excelente, además se necesita un empujón, que si no recibes en el momento preciso te hace desistir en tus aspiraciones. La segunda anécdota de la psicóloga se refiere al mundo del tenis, en este caso se trata de un entrenador que le aseguraba que nunca se equivocaba al señalar cuál de sus pupilos iba a ser el mejor, a lo que ella le contestó que los que no se equivocaban eran los chavales, porque el mejor se hacía como consecuencia de que el entrenador lo trataba como tal.  En la anécdota de los futbolistas el entrenador supo lo que su intervención había significado para aquel muchacho y nunca pudo perdonárselo, en el caso de los tenistas el entrenador nunca se había percatado de que era su forma de proceder lo que hacía que un muchacho destacase frente al resto.
Todos aquellos profesionales que trabajan con jóvenes deberían reflexionar sobre lo que cuenta esta psicóloga.  Profesores y entrenadores deberían estar más alerta sobre lo que sus palabras y actos pueden generar en la autoestima de sus pupilos.  Como no suele darse semejante actitud, creo que es tarea de los padres el buscar la genialidad en nuestros hijos, el animarlos a que exploren sus posibilidades hasta el final de las consecuencias.  Eso sí, sin pensar en los términos de triunfo o fracaso.  Que hagan aquello que les gusta simplemente por hacerlo y si son buenos, pues bien, y si no son buenos, no pasa nada, que sigan su camino hasta donde les lleve, sin dejarse derrotar por los innumerables obstáculos con los que se van a encontrar.

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